La meteorología en los refranes

Por: Luisa Hurtado González
Unidad de Documentación Meteorológica (AEMET)

Con motivo de la publicación del libro “La meteorología en los refranes”, a continuación, se hace un resumen de los inconvenientes que presentan los refranes para ser tenidos en cuenta desde un punto de vista puramente meteorológico.

La meteorología es la ciencia que estudia el estado de la atmósfera y los procesos que en ella se producen. Para lograr este propósito los meteorólogos tienen un buen número de redes de medición (radares, satélites, estaciones en superficie, sondeos…), que les proporcionan información sobre dicho estado y con la que intentan descubrir las leyes que lo rigen, definir y concretar los climas, predecir el tiempo o comprender la interacción de la atmósfera con otros sistemas, como los océanos.

            Los objetivos que persiguen los meteorólogos son difíciles de alcanzar; pero el impacto de la meteorología sobre la vida en general ha hecho que desde la más remota antigüedad el hombre haya observado atentamente el cielo. Por este motivo, y desde mucho antes de la existencia de las actuales estaciones meteorológicas, el hombre, y principalmente el hombre del campo y el marino, han escrutado las variaciones que se producían en él y en su entorno intentando anticiparse a ellas, han descubierto pautas en las evoluciones de la atmósfera (o así lo han creído) y han dejado constancia de todo ello en los refranes, sentencias cortas, fáciles de recordar y de transmitir y que forman parte de lo que se ha dado en llamar etnoclimatología (aunque sería más correcto hablar de etnometeorología), una disciplina de reciente creación, cuyo objetivo es el estudio de las ideas que sobre climatología es posible encontrar en las culturas populares.

            Sin embargo, antes de nada, es preciso tomar nota de las similitudes y diferencias que existen entre las observaciones hechas por los servicios meteorológicos actuales y las realizadas por los bienintencionados hombres del campo.

  1. Las palabras no son datos, tienen diversas interpretaciones y evolucionan

            La OMM, para controlar la uniformidad en la realización de mediciones, establece los instrumentos que han de utilizarse y da toda clase de recomendaciones sobre dónde han de situarse (altura sobre el suelo, a la sombra, ventilados, dentro o fuera de la garita) y cómo y cuándo hay que medir con ellos; condición que obviamente no se cumple en el caso de los refranes.

Los hombres del campo (y los marinos) sólo eran capaces de valorar los cambios en la atmósfera desde su experiencia y su personal punto de vista; lo que implicaría que dos agricultores de un mismo pueblo pero cuya subsistencia depende de dos cultivos distintos podría valorar una misma cantidad de precipitación de diferente manera, dejando refranes completamente distintos.

            Y esto no es el único problema a tener en cuenta en relación con la toma de medidas.

La OMM ha logrado que los servicios meteorológicos de todo el mundo midan con los mismos aparatos a las mismas horas y del mismo modo un buen número de variables meteorológicas, obteniéndose datos numéricos que no conducen a equívocos; condición que no cumplen los refranes como se verá en los siguientes ejemplos.

           

Junio brillante, año abundante.

Junio soleado y brillante, te pone de buen talante.

En estas sentencias parece hablarse de lo bueno que es un junio con sol, para la economía o para el ánimo; sin embargo, tras investigar un poco y para el primero de ellos, es posible encontrar para la palabra “brillante” un interpretación que lo cambia todo: el color dorado de los campos en junio y señal inequívoca de una buena cosecha; lo que vendría a querer decir que el primer refrán no es meteorológico, mientras que sí lo es el segundo, puesto que en este sí que se habla del sol.

            Algo parecido ocurre con los siguientes refranes.

Aire de puerto, a los tres días muerto; pero si almuerza y cena durará una quincena.

Cuando las nubes van por el puerto, coge el arado y métete dentro; cuando las nubes van al mar, coge el arado y ponte a arar.

            Pudiera parecer que se está ante un par de refranes meteorológicos a interpretar en un contexto marítimo; sin embargo y aunque no lo parezca, de lo que se habla es de los puertos de montañas.

            Equívoco que también se encuentra en la siguiente sentencia:

A la noche y con aguacero, no es bueno traer sombrero.

En la que por “sombrero” se está queriendo hablar de la vela de un barco.

            En otras ocasiones es la rima que todo refrán necesita la que parece haber hecho que se escogieran palabras que inducen a errores:

Nublado arriba, labrador a la cocina, nublado abajo, labrador al trabajo.

            En el que norte y sur han sido sustituidos por “arriba” y “abajo” para que rimen con “cocina” y “trabajo”.

            Sin olvidar la posibilidad de que las palabras, con el paso del tiempo, cambian.

Nieves por Santa Águeda, oro para las cámaras.

Sentencia en la que se llaman “cámaras” a los graneros.

            Eso por no hablar de las diferencias aparentemente nimias que pueden cambiarlo todo:

Si llueve en la Purísima Concepción, llueve en Carnaval, Semana Santa y Resurrección.

Lluvia en la Purísima Concepción, llueve en Carn

            Refranes que conviven en el refranero y que interpretados desde un punto de vista meteorológico, sugieren para el primero una predicción a muy largo plazo y para el segundo la constatación de que la lluvia es un meteoro habitual en las fechas que se mencionan, lo que sitúa al refrán en el campo de la climatología.

  1. Los refranes no suelen informar de la situación geográfica

            Como se ha indicado, en meteorología, tan importante es tomar los datos bien como saber el lugar en el que se hizo; sin embargo y hablando de los refranes, ¿es siempre posible situarlos geográficamente?; problema que se agrava considerando la variabilidad geográfica de España o el hecho de que en la actualidad los refranes se difunden por cualquier medio de comunicación perdiendo sus raíces en el caso de que las tuvieran.

            A continuación se verán algunos ejemplos.

Aire gallego, escoba del cielo.

            La información meteorológica contenida en el refrán es interesante pero ¿dónde debería de ser tenido en cuenta?

            Además, el refrán anterior se parece bastante a este otro:

Aire gallego, mañana clara y día negro.

            ¿Cabría la posibilidad de que pudieran haberse creado en el mismo lugar? Los expertos no parecen creerlo. Según ellos, la primera sentencia ha de situarse en Toledo, mientras que la segunda tiene su origen en la provincia de Burgos.

            No obstante, hay ocasiones en las que el refrán, si bien no tiene una referencia geográfica clara, incluye alguna pista, tal y como ocurre con la siguiente sentencia:

Aguas de arriba y nublado de abajo, llenan el navajo.

            En la que la palabra “navajo” lo situaría en Guadalajara, lugar en el que ese término se usa en sustitución del término “lavajo” (charca de agua llovediza que rara vez se seca). Sin embargo, suponiendo que se ha salvado ese escollo, ¿sería fácil deducir, como los expertos aseguran que por “aire de arriba” se ha de entender aire del este y por “aire de abajo” el aire del oeste?

            Continuando con los ejemplos, véanse los siguientes refranes:

Arreboles de Aragón, a la noche con agua son.

Arreboles en Portugal, a la mañana sol serán.

Arreboles de Aragón, a la noche con agua son; y arreboles de Portugal, a la mañana sol serán.

            En los que por “arrebol” se habla del color rojo de las nubes iluminadas por el sol. Estas sentencias, desde un punto de vista meteorológico, son interesantes ya que, partiendo de una observación del cielo, cabe la posibilidad de que pueda averiguarse el tiempo que hará mañana. Sin embargo, ¿la localización geográfica podría afectar a la predicción, sería interesante saber que dichos refranes han de situarse en Castilla?

            Siendo los dos refranes siguientes una clarísima prueba de la falta de concreción geográfica:

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Si nieva en Madrid, a los dos días aquí.

Ocho de invierno y cuatro de infierno

En los que se desconoce qué lugar está detrás de ese “aquí” o de dónde se está facilitando una especie de resumen climatológico.

  1. Los refranes pueden presentar problemas para ser situados en el tiempo

            En la actualidad, cualquier persona sabe qué día y qué hora es; sin embargo, en la época en la que los refranes fueron creados, el tiempo transcurría y se medía de otro modo utilizándose, por lo general, el santoral, algunos eventos de la vida de Jesús o determinadas y conocidas festividades religiosas.

            Esto que en principio no tendría por qué ser un problema, lo es ya que: un mismo santo se celebra varios días al año, en un día hay varios santos, en ocasiones la rima de los refranes hace que se modifique el nombre o, incluso, puede que el hombre de a pie del siglo pasado diese al santo un nombre distinto al que aparece en el santoral.

            En realidad, con frecuencia, en vez de utilizar el santo o festividad que se menciona en el refrán para obtener información meteorológica de una época concreta del año, suele utilizarse dicha información como pista para situar el refrán en el tiempo.

            Puede que se entienda mejor con algún ejemplo.

 Por San Antonio hace un frío de todos los demonios.

            San Antonio hay muchos a lo largo del año. Por lo general, en el refranero, cuando se habla de este santo se piensa en el 13 de junio; sin embargo, leyendo el refrán, uno inmediatamente ve que algo no encaja. En realidad lo que ocurre es que se está hablando del 17 de enero, San Antón, santo que también recibe el nombre de San Antonio.

 Por San Honesto, comienza de verdad el fresco.

            A priori parece un refrán fácil de situar en el tiempo ya que la festividad de este santo solo se celebra en dos fechas: el 28 de noviembre y el 16 de febrero. Muy posiblemente ese “comienza” hace que se piense más en noviembre que en febrero; pero ¿es descabellado pensar que se habla de que el frío se recrudece?, ¿no es acaso posible que en este refrán, como se ve en otros, el hombre del campo haya hecho uso de su particular sentido del humor de manera que con la palabra “fresco” no solo quiera hablar del frío, sino incluso de un frío intenso? En realidad y en contra de lo que podía suponerse, los expertos en refranes no han podido concretar la fecha de la que se habla, lo que impediría extraer la información meteorológica que contiene.

            Incluso es posible encontrar refranes que los expertos sitúan en fechas diferentes:

    Por San Simeón, el invierno se da algún alegrón.

            Refrán que algunos sitúan el 5 de enero, otros el 1 de julio e incluso el 18 de febrero (festividad que en algún momento se cambió de fecha y pasó al 27 de abril). Aunque, por otra parte, ¿qué decir sobre la información meteorológica contenida en él?, ¿qué ha de entenderse por “alegrón”?

 Nieblas por Santa Catalina, año feliz vaticina.

            He aquí un refrán que valdría la pena comprender, que quizás sirvió para tranquilizar al hombre del campo; sin embargo, a la hora de buscar información sobre esa santa, se descubre que hay una Santa Catalina para la mitad de los meses del año.

            Como se ha comentado, con frecuencia, en vez de utilizar el santo para recabar la información meteorológica contenida en el refrán en el que se le menciona, el proceso más común es el inverso; como es el caso del siguiente refrán:

       Por Santa Marta, entra el sol por las sombrías, pero no en las más frías.

            Santa que pudiera situarse el 23 de febrero y el 29 de julio; si bien, leído el refrán, es más lógico decantarse por la primera fecha por el modo en que los días empiezan a alargarse en ese mes.

  1. Los refranes, en ocasiones, no indican de qué hablan

            Los refranes presentan, como se ha podido ver, algunos inconvenientes y no pocas limitaciones; a los que hay que añadir aquellas que el formato impone: una frase corta, fácil de memorizar, en la que ha de haber una rima.

            Si se piensa en ello, no pocas adivinanzas tienen exactamente la misma estructura y, quizás por este motivo, algunos refranes son como acertijos, cuya resolución no siempre es sencilla y obvia.

            A continuación se van a poner como ejemplos algunos refranes que presentan este inconveniente lo que, desde un punto de vista meteorológico, vendrían a ser como si en las bases de datos se encontrase un dato, un 7 por ejemplo, y fuese imposible saber si se está hablando de grados de temperatura o de milímetros de lluvia recogida.

 Puede helar hasta el diez, alguna que otra vez. 

           

            Aquellos que saben de refranes afirman que se habla de mayo.

Cigarra que al quince avanza, anuncia bonanza.

           

            En esta ocasión se ha de pensar en septiembre, mes en el que puede continuar el buen tiempo o empezar a bajar las temperaturas, en el que ver una cigarra implicaría que el calor continuará durante algún tiempo más.

  Si canta pares, agua a mares; si canta nones, solo a montones. 

            La respuesta correcta en este refrán que parece una adivinanza es el gallo.

Si sale por la tarde, va a andar mucho aire.

            Adivinanza quizás más complicada de resolver y en la que habla, sin nombrarlo, del arcoíris.

 Santa Catalina nos trae la harina

            Sentencia en la que por “harina” se está queriendo decir nieve.

            Sin embargo y aun a pesar de todos los inconvenientes nombrados, puede ser interesante clasificar los refranes desde un punto de vista meteorológico, tal y como es posible encontrarlos en el libro “La meteorología en los refranes”, libro del que soy autora.

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La Agencia Estatal de Meteorología sucedió en 2008 a la entonces Dirección General del Instituto Nacional de Meteorología, con más de 150 años de historia. Actualmente está adscrita, según el artículo 4.4 del Real Decreto 864/2018, de 13 de julio, por el que se desarrolla la estructura orgánica básica del Ministerio para la Transición Ecológica, a ese departamento ministerial a través de la Secretaría de Estado de Medio Ambiente. El objeto de AEMET, según el artículo 1.3 del Real Decreto 186/2008, de 8 de febrero por el que se aprueba su Estatuto, es el desarrollo, implantación, y prestación de los servicios meteorológicos de competencia del Estado y el apoyo al ejercicio de otras políticas públicas y actividades privadas, contribuyendo a la seguridad de personas y bienes, y al bienestar y desarrollo sostenible de la sociedad española". Como Servicio Meteorológico Nacional y Autoridad Meteorológica del Estado, el objetivo básico de AEMET es contribuir a la protección de vidas y bienes a través de la adecuada predicción y vigilancia de fenómenos meteorológicos adversos y como soporte a las actividades sociales y económicas en España mediante la prestación de servicios meteorológicos de calidad. Se responsabiliza de la planificación, dirección, desarrollo y coordinación de actividades meteorológicas de cualquier naturaleza en el ámbito estatal, así como la representación de éste en organismos y ámbitos internacionales relacionados con la Meteorología.
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