Por el Dr. Daniel Santos Muñoz, responsable del área de sistemas en los Consorcios ACCORD y HIRLAM. Danish Meteorological Institute (DMI), Copenhagen (Denmark)

Al inicio de mis charlas, suelo lanzar una pregunta: ¿cómo se hace una predicción del tiempo hoy en día? Y las respuestas son de lo más variopinto: hay quien contesta que analizamos las imágenes por satélite, quien dice que lo hacemos a través de la observación de las nubes, quien cita al pastor de su pueblo y quien habla de las cabañuelas o del calendario zaragozano. Incluso hay quien afina un poco más y apunta a los antiguos métodos de análogos estadísticos. Pero ninguna de estas respuestas es la correcta. Desde hace casi 140 años, conocemos cómo se mueve la atmósfera y cómo produce precipitación, los fundamentos físicos de la meteorología, que hemos reducido y simplificado a ecuaciones muy complejas, expresadas en derivadas parciales no lineales, para cuya resolución numérica se requiere de potentísimos ordenadores. Con el fin de explicarlo de una forma más amena y sencilla, recurro a una analogía muy visual: el cine.

Porque lo que hacemos, básicamente, no es otra cosa que montar una película del tiempo, que evoluciona y nos da un nudo y un desenlace y de la que tenemos un guion aproximado. Para trazarla, necesitamos saber el comienzo, que determina si estamos ante una película de amor, de dibujos animados o de catástrofes. Si es El día de la Bestia o, por contra, es una película de Amenábar. El problema es que el guion, es decir, el modelo, no tiene la estructura de un cuento clásico sino la de aquellos libros juveniles de Elige tu propia aventura, es decir, no lineal y muy caótico. Así, un pequeño cambio en las condiciones iniciales, un pequeño giro de guion y, lo que empezó siendo una película de amor, un día espléndido, puede acabar convirtiéndose en una de catástrofes.
Para poder hacer una mejor película del tiempo y reducir esta incertidumbre del guion, necesitamos reunir la mejor y la más completa información posible del comienzo, para lo que contamos con un sistema de observación global compartido.
Grandes y pequeñas productoras: modelos globales y regionales
Las películas se montan globalmente y el que actúa de Hollywood ahora mismo en el mundo es el Centro Europeo de Predicción a Medio Plazo, que es el mejor productor de películas, el que mejor modelo tiene. Pero también tenemos Bollywood, en este caso los americanos, que intentan seguir al Centro Europeo, sin tanto éxito en sus producciones. Junto a estos dos grandes, hay centros de producción globales y también los hay más adaptados a los gustos y necesidades más locales.
Así, hay pequeñas productoras que opinan que todas las películas que se hacen son grandilocuentes y de la II Guerra Mundial, pero a ellos lo que les apasiona es su guerra, la Guerra Civil. Así que tienen también gigantescos ordenadores que ejecutan los programas o modelos para hacer sus propias películas particularizando el modelo global, cambiando a Tom Cruise por Javier Bardem, y añadiéndole su propia salsa, con un poco de ajo y un poco de picante, es decir, nuevas observaciones, que tradicionalmente no iban al sistema global porque a los demás ni les gusta el ajo ni tienen por qué saber el ingrediente secreto. El peligro es acabar siendo excesivamente localistas o quedarnos en los lugares comunes. Hay que ser audaces, hay que innovar, hay que abrirse al resto e ir a un cine de Almodóvar. No podemos hacer Cuéntame toda la vida.
Pero los modelos por sí solos no hacen las películas, sino que aportan sus mapas o storyboards a los predictores, que los corrigen, quitando o añadiendo fotogramas, les aportan valor añadido y terminan de ensamblarlas. Les ponen además música intensa para subrayar los momentos dramáticos (avisos meteorológicos), los subtítulos para que se entiendan (la predicción en texto) y las infografías para que se vean bonitas. Hacen, en resumidas cuentas, el montaje del director.
Para seguir complicando la película del tiempo, actualizamos las obras, es decir, la narración de la evolución de la atmósfera a 24/48 horas, varias veces al día, realizando lo que llamamos ciclos o “pasadas”. Es más, el modelo calcula cada 30 a 40 segundos, por lo que se podría hacer la obra fotograma a fotograma.
Ciencia ciudadana: los youtubers hacen buen cine
A ello, hay que sumar el creciente papel del público. Antiguamente, los servicios meteorológicos montaban sus películas con sus actores, directores, tramoyistas, ayudantes de fotografía… pero ahora ¡nos hemos dado cuenta de que los youtubers hacen buen cine! Por eso, estamos empezando a recoger ideas e información de los youtubers, es decir, de los ciudadanos. La ciencia ciudadana está contribuyendo ya a la mejora de las predicciones y el gran caballo de batalla es la asimilación de datos más allá de los oficiales para generar un comienzo cada vez más preciso, incluidos los datos crowdsource de ciudadanos, tras someterlos a un control de calidad.
Por ejemplo, están las estaciones meteorológicas caseras como netatmo, que vuelcan sus datos en la nube, los dispositivos werables como las pulseras de actividad o incluso los móviles. En el DMI tenemos un proyecto en el que los móviles reportan la presión que van midiendo y Meteoclim, una start-up de Baleares, es capaz de inferir si llueve o no por el retraso en la señal de los teléfonos móviles entre las antenas.
El cambio de paradigma es abrir los grandes ordenadores a la ciudadanía y a otras comunidades, porque ya no somos el poseedor de la única productora. En mi opinión, la producción de la película del tiempo va a estar cada vez más redistribuida, compartida y socializada. Por ejemplo, la WMO tiene un plan social para fomentar la puesta de estaciones en África y en otros países en desarrollo para ayudarles a que sus predicciones sean mejores. La meteorología requiere de la solidaridad global.
Mientras que cada vez somos capaces de hacer mejores producciones y más realistas ―hay que recordar que la fiabilidad de las predicciones aumenta un día cada diez años― el público es cada vez más exigente y se queja más de los fallos. Pero no es que sepamos menos, es que los ciudadanos preguntan más y de forma más concreta y compleja, no quieren saber el tiempo de mañana sino si hoy llueve en mi pueblo de 12.15 a 13.25. Y además ya no le valen los viejos efectos de la Guerra de las Galaxias sino que piden los de Avatar, no el croma sino el 3D. Tampoco quieren una sinopsis ni ver la película entera. La ciudadanía no es cinéfila, no quiere que le expliquen las causas del tiempo en una narración densa al modo de Días de Cine, sino que lo que demandan son auténticos spoilers fáciles, modernos, atractivos, amenos y divertidos. La clave y el gran reto, sin duda ninguna, es comunicar mejor el tiempo.