Por Manuel Antonio Mora García. Meteorólogo del Estado. Delegación Territorial de AEMET en Castilla y León.
El clima europeo en la Edad Media entre los siglos VII y XIII se caracterizó por temperaturas relativamente cálidas (más cálidas que las actuales), un periodo conocido como el Optimo Climático Medieval, que permitió el fuerte desarrollo de la agricultura y que la población se multiplicara notablemente. La reducción de la extensión de los hielos árticos permitió a los vikingos establecerse en Groenlandia y explorar Terranova y las costas de Norteamérica. Sin embargo, a partir del siglo XIV comenzó un periodo relativamente frío conocido como La Pequeña Edad de Hielo (PEH), que finalizó a mediados del siglo XIX. Durante la PEH el clima no fue uniforme, se produjeron cambios súbitos y de corta duración, alternando años o ciclos de pocos años anómalamente fríos, cálidos, húmedos o secos. Tampoco afectó de igual forma a todas las estaciones, algunos autores indican que el enfriamiento se produjo fundamentalmente en los inviernos, pero no tanto en los veranos. Por otro lado, no todas las regiones europeas notaron sus efectos de igual forma. Por lo tanto, no hay que considerar la PEH como un periodo uniformemente frío, quizás sea más apropiado considerar que hubo un clima similar al actual con frecuentes episodios anómalamente fríos (especialmente a principios del siglo XIV y en la primera mitad del siglo XVIII), con fuerte variabilidad, sobre todo en el sur de Europa.
Se ha logrado reconstruir el clima a partir de datos indirectos (datos proxy) como los obtenidos del análisis de testigos de hielo, sedimentos lacustres y anillos de crecimiento de árboles, sin embargo, la ausencia de observaciones completas con instrumentos meteorológicos impide logar un conocimiento completo del tiempo y clima pasado. Otras fuentes de información indirecta sobre el clima son los documentos históricos que reflejan datos agrarios (características de las cosechas, fecha de recolección, evolución de los precios del grano, etc.) así como las crónicas relevantes sobre el tiempo.
El enfriamiento producido en el hemisferio norte por la disminución de la radiación solar se atribuye a distintas causas, como ciclos de mínima actividad solar, cambios en los parámetros orbitales del sol o un incremento de la actividad volcánica tropical. Aunque hubo fuerte variabilidad y grandes fluctuaciones, y sus efectos varían de un lugar a otro, el periodo comprendido entre 1560 y 1660 se considera como uno de los más fríos. En los Alpes los glaciares avanzaron notablemente, ocurriendo numerosas catástrofes con víctimas por aludes e inundaciones. Durante algunos gélidos inviernos, era frecuente que los ríos y lagos se congelaran, lo que implica la persistencia durante varios días de temperaturas inferiores a -10 ºC ó -15 ºC. Esta inusual escena de paisajes invernales, dio lugar a un nuevo estilo pictórico iniciado por artistas flamencos, con Pieter Brueghel el Viejo como máximo exponente, que desarrollaron este tema entre 1565 y el principio del siglo diecisiete.
La reconstrucción mediante datos proxy del índice NAO (North Atlantic Oscillation) ha permitido identificar algunos años con índices normalizados negativos muy bajos, que coinciden con inviernos muy fríos y secos en Europa Occidental. El índice NAO normalizado refleja la diferencia de la anomalía de presión al nivel del mar normalizada, respecto a sus valores medios (30 años), entre un punto próximo a las Azores y un punto próximo a Islandia. Por tanto, cuando los sistemas de presión semipermanentes como el Anticiclón de las Azores y la Baja de Islandia están debilitados respecto a lo que sería normal, el valor es notablemente negativo. Un caso extremo de valor negativo se podría alcanzar en caso de altas presiones sobre Islandia extendiéndose sobre el norte de Europa, situación sinóptica que favorecería un flujo de aire muy frío y seco de origen polar continental sobre los Paises Bajos (fuertes heladas).
La Pequeña Edad de Hielo ocupa un periodo de unos 550 años, y aunque su nombre parece sugerir que el hielo y el frio fueron sus únicos protagonistas, como hemos comentado hay que tener en cuenta que también hubo años cálidos o muy cálidos, periodos muy húmedos y también grandes sequías, además de grandes temporales, como los responsables del naufragio de la Armada Invencible durante el verano de 1588. Por ello, las obras pictóricas del Museo del Prado de esta época no sólo muestran patinadores sobre ríos helados, sino también bañistas disfrutando de un caluroso día de verano o escenas de naufragios, como en esta obra del gibraltareño José Gartner que muestra las naves a pique frente a los acantilados
En esta obra atribuida al italiano Annibale Carracci (1560-1609), de finales del siglo XVI o principios del XVII, se representa un paisaje probablemente del norte de Italia, con un caudaloso río y varios bañistas en primer término, mientras que detrás de ellos aparece un barquero, mientras otros personajes parecen practicar “surf de pala o remo” (un deporte en auge en los últimos años). El cielo se presenta bastante nuboso, con nubes medias estratiformes.
A esa misma época corresponde este paisaje flamenco obra de un discípulo de Brueghel el Viejo. La nubosidad es similar, y por la abundante vegetación y la presencia de un almiar (montón de paja almacenado alrededor de una estaca), probablemente la escena transcurre en primavera. El próspero poblado, en el que parece que no se ha consumido durante el invierno toda la paja disponible para alimentar al ganado, no da sensación de miseria o hambruna, característica de una buena parte de la PEH, en que las lluvias anegaban los campos o las sequías, el frío, las heladas o el granizo malograban las cosechas.
De igual manera, esta obra de Valckenborch presenta una fiesta popular en una villa de Flandes, aparentemente próspera, mientras los campesinos bailan aparecen varios burgueses en primer término. De nuevo se muestran cielos nubosos, en este caso estratocúmulos, que junto a los ropajes de los personajes, bastante abrigados, revelan que se trata de un fresco día de verano o primavera.
En el clima actual, a finales del otoño, en noviembre, comienzan los primeros fríos e incluso nevadas en buena parte de Europa. En España, el refranero popular recoge este hecho: “Por los Santos, la nieve en los altos; por San Andrés, la nieve en los pies”. Es decir, en torno al 1 de noviembre comienza a nevar en cotas altas y en torno al 30 de noviembre ya puede nevar en cotas bajas. Sin embargo, entre medias de ambas fechas, también suele ocurrir que coincidiendo con la festividad de San Martín (11 de noviembre) se produzca un breve periodo de tiempo bonancible, conocido como el veranillo de San Martín: “El veranillo de San Martín, dura tres días y ¡fin!”
En esta obra de Pieter Brueghel, adquirida por el museo del Prado en 2010 y fechada entre 1566-1567, se representa la fiesta de San Martín que tenía lugar en Flandes, o fiesta de la matanza, donde se daba a probar el primer vino tras la cosecha y se comía la oca de San Martín. Observando la vestimenta de los campesinos y teniendo en cuenta que las chimeneas de las viviendas no están encendidas, la temperatura no debería ser muy baja. Por tanto, o bien la escena transcurre en pleno veranillo de San Martín, o simplemente se trata de un año en el que el otoño no comenzó especialmente frío. Según Font Tullot, aunque durante el periodo 1560-1599 en Europa Central la temperatura media fue en torno a 1,3 ºC más fría que en los años ochenta del siglo pasado, en Suiza, los otoños fueron cálidos, especialmente en el periodo 1560-1570.
El Museo del Prado dispone de una colección de alegorías de los 12 meses del año de autor anónimo, elaboradas a finales del siglo XVI, que aparentemente, no muestran un clima muy diferente del actual (quizás se puede intuir que fuera más frío en invierno). En la correspondiente al mes de febrero, en el que se representa una escena mitológica (triunfo de Neptuno, dios del mar), en segundo término se observa una ciudad amurallada a los pies de una montaña nevada. También se aprecia un río helado que rodea la muralla con dos hombres caminando sobre el hielo y varios patinadores, así como probable escarcha en el campo.
Francesco Bassano, en esta obra probablemente elaborada en la década de 1580, representa escenas típicas aldeanas durante el mes de diciembre, como la matanza. Destacan la aparición de la nieve a cotas bajas (probablemente la montaña nevada corresponda al monte Grappa, en las estribaciones de los Alpes italianos, con casi 1800 m de altitud).
Procedente del taller del mismo autor, destacamos esta tres obras que representan el invierno, otoño y primavera en un mismo escenario, una próspera aldea del norte de Italia, lo que nos permite intuir aproximadamente el clima del lugar. En la correspondiente al invierno, se observa el monte Grappa nevado en su totalidad, al igual que ocurre con frecuencia en la actualidad. Curiosamente la abundante nubosidad, en las tres estaciones es similar, de tipo estratiforme.

Invierno. Taller de Bassano. Segunda mitad del siglo XVI.1570-1580. Óleo sobre lienzo, 79 x 95 cm.

Monte Grappa nevado.1775 m. Autor. Luigi Cavasin. https://www.flickr.com/photos/efilpera/2209653369/in/album-72157603761658845/
Parece intuirse una primavera y un otoño templados y húmedos, dada la abundante vegetación, y un cálido y seco verano, como correspondería a la excelente vendimia.

El Otoño. Taller de Basano. Segunda mitad del siglo XVI. Óleo sobre lienzo, 76 x 92 cm.
El pintor de origen flamenco Paolo Flamingo también nos muestra las cumbres nevadas en invierno, mientras varios campesinos cortan leña. Sin embargo, esta escena invernal no nos transmite una sensación de mucho frío, pese a que los inviernos muy fríos fueron bastante habituales, especialmente en la segunda mitad del siglo XVI.
La última década del siglo XVI fue especialmente fría. La tremenda erupción del volcán Huaynaputina, en el sur del Perú, a finales de febrero y principios de marzo de 1600 arrojó una gran cantidad de cenizas que permanecieron en la atmósfera durante largo tiempo, con efectos a escala global. El verano de 1601 fue el más frío en el hemisferio norte desde 1400, y en los países nórdicos, uno de los más fríos de la era cristiana.
Brueghel el Joven, en 1601, realizó una copia de la obra que pintó originalmente en 1565 su padre (Brueghel el Viejo). Representa un paisaje nevado, una pequeña población de Flandes dividida por un río completamente helado, donde sus habitantes patinan y juegan sobre el hielo al “curling” y al “kolf” (el juego del kolf se considera precursor del actual golf), otros niños se deslizan sobre un trineo o juegan a la peonza. Un agujero circular practicado en la capa de hielo para facilitar la pesca da idea de su espesor, al menos unos 15 o 20 cm (parte inferior izquierda del cuadro). En el cuadrante inferior derecho se aprecia la trampa para pájaros que da título al cuadro.
En esta obra, fechada 25 años después y atribuida al mismo autor, también se representa una aldea de Flandes completamente nevada y con su río helado, sobre el que se deslizan los patinadores (algunos con poco éxito). El cielo, muy nuboso, muestra estratocúmulos a la izquierda y probablemente nimbostratos a la derecha. En España, la tercera década del siglo XVII tuvo unos inviernos especialmente fríos, con tremendas olas de frío que llegaron a helar el río Turia en Valencia.
El museo del Prado dispone de varias obras que representan los gélidos inviernos con ríos helados. En el periodo entre 1564 y 1814 el río Támesis se congeló al menos unas 20 veces a su paso por Londres, 11 de ellas en el siglo XVII. En el último cuarto del siglo XVII nevaba una media de 20 días al año en el centro de Inglaterra, algunos años extremos se alcanzaron los 60 ó 70 días de nieve, incluso más de 100, en contraste con los 2 a 10 días de media anual actuales (aunque en el excepcional invierno de 1962-63 se alcanzaron 63 días de nieve). En Holanda los canales también se congelaban, impidiendo la navegación. En España, el río Ebro se congeló al menos siete veces entre 1505 y 1789, al igual que otros ríos como el Tajo, el Turia o el Tormes.
Esta obra de autor anónimo del siglo XVII también representa una villa con un río completamente helado, sobre el que algunos personajes patinan. Pese a que los rayos solares asoman entre el cielo parcialmente cubierto de cumulus, los espectadores y paseantes están bien abrigados, incluso embozados con capas, lo que da idea del frío reinante.
En esta pequeña aldea, Brueghel el Viejo representa también a patinadores sobre el hielo, un niño sobre un trineo de hielo e incluso a un niño jugando a la peonza. La nieve comienza a retirarse de algunas zonas, pero el río permanece helado. En el cielo, muy nuboso, se aprecian dos cúmulos con cierto desarrollo, de los que parece desprenderse sendas cortinas de granizo o nieve granulada en un ambiente con cizalladura del viento que inclina las cortinas.

Paisaje con patinadores. Jan Brueghel el Viejo, Joost de Momper II. 1615 – 1625. Óleo sobre tabla de madera de roble, 58 x 84 cm.
Aire-sur-la-Lys es una localidad del noroeste de Francia que fue asediada por el ejército español durante la guerra de los “Treinta años”, capitulando el ejército francés en diciembre de 1641. La extensa llanura, cuya altitud es inferior a los 30 metros, y que aparece totalmente nevada, señala la severidad de ese invierno, que se aprecia también en la soldadesca exhausta y el famélico perro en la parte inferior del lienzo. El cielo, parcialmente nuboso muestra cúmulos y altocúmulos.
En la segunda parte de la PEH en el Museo del Prado, continuaremos con el relato del clima de este singular periodo a través de los cuadros.
La meteorología en el Museo del Prado IV. La Pequeña Edad de Hielo. Segunda parte.
Aproximación muy original. Excelente trabajo.