Por: Coral Salvador. @coralsalvador93. Universidad de Vigo / Instituto de Medicina Social y Preventiva (ISPM) de la Universidad de Berna .Julio Díaz y Cristina Linares. @ensgismau. Instituto de Salud Carlos III. Escuela Nacional de Sanidad,Luis Gimeno y Raquel Nieto. @Rnieto15.Universidad de Vigo

Según la Organización Mundial de la Salud, Naciones Unidas, y el último informe del IPCC, las situaciones de sequía afectan cada año a alrededor de 55 millones de personas en todo el mundo, siendo uno de los fenómenos naturales más mortíferos en las últimas décadas, especialmente en países subdesarrollados como África (UNDRR, 2021; IPCC, 2022; OMS, 2022)
Actualmente ha habido una preocupación creciente por el fenómeno de sequía, cuya frecuencia e intensidad se ha incrementado en los últimos años en varias regiones del mundo, causando impactos severos y significativos no sólo en el medio ambiente sino también en la economía y la salud humana (Stanke et al., 2013; Smith et al., 2014; Watts et al., 2017; Vicente-Serrano et al., 2019; Salvador et al., 2022a). En 2020, hasta un 19% de la superficie terrestre global se vio afectada por alguna sequía extrema en algún mes del año, situación que se espera que empeore como consecuencia del cambio climático, suponiendo una amenaza creciente para la sociedad (Romanello et al., 2021; IPCC, 2022). Según la Organización Mundial de la Salud, Naciones Unidas, y el último informe del IPCC, las situaciones de sequía afectan cada año a alrededor de 55 millones de personas en todo el mundo, siendo uno de los fenómenos naturales más mortíferos en las últimas décadas, especialmente en países subdesarrollados como África (UNDRR, 2021; IPCC, 2022; OMS, 2022). Este fenómeno se considera un impulsor de cambios adversos en el medio ambiente y sus ecosistemas, y se asocia con pérdidas económicas notables, migraciones forzadas, y mayor riesgo de morbilidad y mortalidad, a través de su impacto en la disponibilidad y calidad del agua, la reducción en la producción y estabilidad de alimentos, reducción en la calidad del aire e intensificación de eventos de calor. Además, la sequía puede afectar los patrones de transmisión de enfermedades transmitidas por vectores tales como dengue, chikungunya, o virus del Nilo Occidental, que pueden verse potenciadas por el cambio climático (Bell et al., 2018; Salvador et al., 2021a; UNDRR, 2021).
La estimación de los impactos de la sequía en el campo de la salud pública ha sido pobremente abordada en comparación con los efectos derivados de otros fenómenos climáticos y ambientales como pueden ser la contaminación, las olas de calor/frío, intrusiones de polvo o incendios forestales. En este contexto, la sequía es un fenómeno meteorológico extremo complejo que cuenta con características propias que le diferencian del resto de fenómenos relacionados con el clima por los siguientes aspectos:
(1) actualmente no existe una definición universalmente aceptada;
(2) es difícil establecer el inicio y fin de un evento de sequía;
(3) posee un desarrollo lento y progresivo, con gran extensión y elevada variabilidad espacial;
(4) sus efectos en salud son esencialmente indirectos, acumulados y en cascada, creando desafíos a la hora de su cuantificación.
A su vez, se pueden distinguir diferentes tipos de sequía, comúnmente referidas como sequías meteorológicas, agrícolas, hidrológicas, socioeconómicas, y ecológicas, en función del periodo de duración y del sistema afectado. Cada uno de estos tipos de sequía pueden afectar a la salud humana a través de diferentes vías (ver Salvador et al., 2020a para mayor detalle). Dado que las sequías son diferentes, también existen multitud de índices de sequía para cuantificarlas (https://www.droughtmanagement.info/indices/), los cuales representan una herramienta fundamental para el monitoreo y seguimiento de este fenómeno, así como para la cuantificación de los impactos atribuibles a su ocurrencia (OMS & AMA, 2016). Es tal el auge de la necesidad de estudio de este fenómeno que diversas agencias alrededor del mundo han implementado servicios de información de sequías en abierto a disposición de investigadores y usuarios en general (ej., https://www.drought.gov/international#resources). Entre ellas se encuentra el Laboratorio de Climatología y Servicios Climáticos (LCSC, https://lcsc.csic.es/es/products/, Fig 1) del CSIC, España , el monitor de sequías para EE.UU. https://droughtmonitor.unl.edu/, o en Chile https://www.climatedatalibrary.cl/maproom/Monitoring/index.html, entre muchos otros. Algunos de ellos incluyen incluso sistemas de alerta humanitaria o de desastres naturales (https://fews.net/).

El índice de Precipitación Estandarizada (SPI) (Mckee, 1993) y el índice de Precipitación-Evapotranspiración Estandarizada (SPEI) (Vicente-Serrano et al., 2010) se han usado en estudios muy recientes sobre la relación de sequía y salud en diferentes regiones del planeta tan diversos como EEUU (Lynch et al., 2020); China (Wang et al., 2021), Brasil (Salvador et al., 2022), Bangladés (Alam et al., 2021) o la Península Ibérica (Salvador et al., 2019; 2020b; 2021b).
VULNERABILIDAD A LA SEQUÍA
Los impactos de la sequía en la morbilidad y mortalidad de la población no ocurren de forma igual a lo largo de las diferentes regiones en todo el mundo, así como tampoco entre grupos de una misma población. El riesgo depende en gran medida de la interrelación entre las características del evento, el grado de exposición, así como de la vulnerabilidad de la población (susceptibilidad y capacidad de adaptación). Ciertas actividades antropogénicas pueden además agravar un evento de sequía o promover su aparición, y, por ende, intensificar sus efectos en salud. Los países en vías de desarrollo son las regiones más vulnerables a los impactos de la sequía, fenómeno que supone una gran preocupación en salud pública, causando el mayor número de muertes. Mientras tanto, las pérdidas económicas asociadas a episodios de sequía se dan principalmente en países desarrollados. Los niños, personas de avanzada edad, mujeres embarazadas, personas con problemas crónicos preexistentes, población con estatus socioeconómico bajo, grupos marginales, o trabajadores de exterior suelen resultar desproporcionadamente más afectados por la sequía (Salvador et al., 2020a; Salvador, 2021a). La población rural cuya subsistencia depende de la agricultura es también considerada una población altamente vulnerable.
IMPACTO DE LA SEQUÍA EN SALUD PÚBLICA
La sequía se ha vinculado con un mayor riesgo de enfermedades transmitidas por el agua, o relacionadas con mala calidad del agua, incluyendo afecciones gastrointestinales y cuadros de diarrea. La sequía no sólo conlleva una reducción en el suministro de agua, sino que a menudo se vincula con una disminución en su calidad. Por ejemplo, la reducción en la cantidad de agua inducida por un evento de sequía puede incrementar la concentración de contaminantes químicos y metales pesados en el agua y causar condiciones de estancamiento, que junto con incrementos en la temperatura favorecen la proliferación de microorganismos, comprometiendo la seguridad hídrica (CDC, 2020). Los episodios de sequía pueden aumentar la concentración de cianobacterias productoras de toxinas, suponiendo una grave amenaza para la salud. A su vez, la reducción de la cantidad de agua vinculado a la ocurrencia de este fenómeno puede comprometer los hábitos de higiene, incrementando el riesgo de infecciones (Grigoletto et al., 2016). Además, la sequía puede conllevar a una reducción en la producción de energía, con importantes implicaciones para la sociedad (Salvador et al., 2020a; Salvador, 2021a).
La sequía también puede conllevar a la reducción en la producción y estabilidad de alimentos, incrementando el riesgo de inseguridad alimentaria y malnutrición o indirectamente provocando cambios en la dieta, con importantes implicaciones para la salud. En este contexto, un estado de malnutrición puede resultar en un mayor riesgo de enfermedad, afecciones durante el embarazo y un mayor riesgo de mortalidad, siendo niños menores de cinco años, personas de avanzada edad, y mujeres embarazadas especialmente vulnerables (Stanke et al., 2013; Sena et al., 2014; Yusa et al., 2014; UNDRR, 2021).
La sequía también puede influir en los patrones de distribución e incidencia de ciertas enfermedades transmitidas por vectores (ej. incremento de hábitats artificiales para vectores mosquito urbanos en recipientes con agua almacenada por la población como respuesta a la limitación de agua, o a través de la reducción del número de depredadores y/o competidores de estos vectores durante la sequía) (Brown et al., 2014). El riesgo de estas enfermedades puede verse extendido con el cambio climático debido a la extensión geográfica de vectores ya establecidos o a la importación e instalación de vectores subtropicales a regiones extra tropicales con climas cada vez más similares a los encontrados en los territorios donde estas enfermedades son endémicas (López-Vélez & Molina Moreno, 2005).
Estudios recientes realizados en Estados Unidos, China, Brasil, Bangladesh, y la Península Ibérica han descrito una asociación significativa entre sequía y afecciones en la salud respiratoria y circulatoria (Berman et al., 2017; Salvador et al., 2019; 2020b; 2021b; 2022; Alam et al., 2021; Wang et al., 2021).
Cabe destacar que la sequía suele incorporar y reflejar los efectos de otros fenómenos climáticos y ambientales estrechamente relacionados con este extremo meteorológico, con importantes repercusiones en la salud. En este aspecto, la sequía se ha vinculado con la reducción en la calidad del aire (ej. incremento de polvo, partículas en suspensión, ozono), ya sea directamente o a través del incremento del riesgo de incendios forestales, incrementando el riesgo de morbilidad y mortalidad. La sequía frecuentemente se asocia a condiciones de bloqueo anticiclónico persistente y de estancamiento atmosférico, que resultan en una mayor contaminación y contribuyen a la intensificación de eventos de frío y calor, con notables implicaciones en la salud. Por ejemplo, en el entorno de la región mediterránea, las configuraciones de bloqueo atmosférico pueden favorecer las intrusiones de polvo del Sahara, especialmente en la estación cálida, incrementando las concentraciones de material particulado, con impactos significativos en causas específicas de morbi-mortalidad y en variables adversas al nacimiento (parto prematuro, bajo peso al nacer) (Díaz et al., 2012; 2017; Moreira et al., 2020). La inhalación de ciertos contaminantes como PM10, NO2, O3 se han asociado también con un aumento de la morbi-/mortalidad (Díaz and Linares, 2018; Vicedo-Cabrera et al., 2020; Meng et al., 2021) ya que derivan en ciertos mecanismos fisiopatológicos como la inflamación local en los pulmones y sistémica, establecimiento de estrés oxidativo, proinflamatorio y protrombótico, y toxicidad celular.
La sequía también puede empeorar la salud mental, incrementando el riesgo de estrés, ansiedad, depresión, y en el peor de los casos contribuir a un mayor riesgo de suicidio (Hanigan et al., 2012; OMS, 2014). Existen múltiples vías a través de las cuales la sequía puede afectar diferentes aspectos de la salud mental, siendo la más respaldada la vinculada a las pérdidas económicas que pueden derivar de granes episodios de sequía, como la ocurrida en 2017 en España, y migraciones forzadas asociadas (Vins et al., 2015; UNDRR, 2021).
EFECTOS DE LA SEQUÍA EN LA SALUD EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
Un estudio reciente focalizado en Galicia, región que ha sufrido un elevado número de sequías severas en las últimas décadas, reveló un impacto significativo de las condiciones de sequía, medida por diferentes índices (SPI y SPEI) a diferentes escalas temporales, sobre la mortalidad diaria no externa, circulatoria, y respiratoria de la población. Las provincias de interior resultaron más fuertemente afectadas, especialmente bajo la influencia de eventos ocurridos a corto y corto-mediano plazo, en comparación con lo observado para sequías más prolongadas. Además, este estudio también reveló un mayor impacto de la sequía en la mortalidad principalmente asociado a un mayor grado de severidad (Salvador et al., 2019). En la España peninsular en su conjunto se observó una alta heterogeneidad entre las diferentes provincias en términos de impacto, donde la sequía influyó principalmente en la mortalidad por causas respiratorias, especialmente asociada a condiciones de sequía medidas a corto-medio plazo, en comparación con sequías más breves. Además, el impacto de sequías ocurridas a corto plazo se explicó principalmente por eventos de contaminación (y/o olas de calor) en un número notable de provincias, mientras que, en otras, otros mecanismos fueron los que influyeron en el riesgo de mortalidad asociada a sequía (Figura 2) (Salvador et al., 2020b), evidencia que también se observó en un estudio realizado en Lisboa (Portugal) (Salvador et al., 2021b).

Particularmente, las provincias localizadas en las regiones Noroeste, Central y Sur de España peninsular fueron las más afectadas por la sequía en términos de riesgo de mortalidad en contraposición con lo observado en la región mediterránea (Salvador et al., 2020b; 2020c). Además, aquellos territorios compuestos por las provincias con mayor proporción de población de avanzada edad (≥65 años) fueron las que alcanzaron un riesgo relativamente mayor de mortalidad diaria vinculado a la ocurrencia de este fenómeno (Salvador et al., 2020c). La población más anciana es especialmente vulnerable a estresores ambientales y climáticos dada su mayor susceptibilidad (menor capacidad de restauración de la homeostasis, mayor riesgo de deshidratación, mayor prevalencia de enfermedades) y menor capacidad de recursos (frecuentemente viven solos, aislados y con menores ingresos). Esto fue directamente evidenciado en otro estudio regional realizado en el distrito de Lisboa en el que se incluyó un análisis estratificado por edad, donde la sequía influyó principalmente en la mortalidad diaria de los grupos de población de edad más avanzada (principalmente adultos con ≥ 75 años). Aunque los estudios realizados en España revelan resultados similares comparando el índice de sequía SPI y SPEI, en Lisboa el SPEI supuso un mejor proxy para reflejar los diferentes riesgos de mortalidad asociados a sequía entre la población de Lisboa (Salvador et al., 2021b).
Otros estudios han evaluado la implicación del género como factor modificador del efecto de la mortalidad asociada con la sequía. En los escasos estudios realizados en este sentido, se observa que por ejemplo, en un estudio llevado a cabo en Lisboa, Portugal (Salvador et al., 2021) los hombres fueron principalmente afectados por la sequía, sin embraga en un estudio multi-ciudad en Brasil las mujeres resultaron desproporcionadamente afectadas por este fenómeno en términos de mortalidad (Salvador et al., 2022). Sin embargo, un estudio realizado en Estados Unidos no reveló diferencias significativas entre ambos sexos (Lynch et al., 2020). Esta heterogeneidad en los resultados indican que se necesitan más estudios que integren la perspectiva de género en el análisis del impacto de la sequía en aspectos específicos en salud, además de integrar al tiempo aspectos socieconómicos.
REFERENCIAS
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