
Ilustración 1. Imagen de rogativa por calamidad pública en La Mancha en aventura de don Quijote y disciplinantes, 1706. Bruxelles chez Guillaume Fricx imprimeur.
La meteorología siempre ha formado parte de nuestras vidas, tenía una repercusión muy importante en otras épocas donde los recursos escaseaban; un mal año de meteorología adversa podía dar lugar a grandes calamidades (calamidades públicas) . En este estudio que publicamos se analiza lo acontecido en el Campo de Calatrava (Ciudad Real) durante el siglo XVIII, donde las epidemias, plagas y hambrunas estuvieron muy presentes condicionando la vida de esa sociedad.
Por Santiago Donoso
Sociólogo y Doctor por la Universidad Rey Juan Carlos
NOTA: Los datos sobre meteorología (y clima) forman parte de un libro de próxima publicación “La irrupción de la Modernidad en la Sociedad de la Expiación de La Mancha en el siglo XVIII“
Por calamidades públicas se entienden aquellos hechos (más allá de la meteorología) que afectaban de manera colectiva a la salud de las personas así como a los alimentos y que sobrevenían de manera periódica pero no fija, como estos tres tipos de calamidades de alguna manera consecuentes de los fenómenos meteorológicos:
- Epidemias, especialmente la peste y, sobre todo, las tercianas (paludismo, en gran parte dependiente de lagunas estancadas en años lluviosos).
- Plagas, sobre todo la langosta, con mayor incidencia en períodos de sequía.
- Hambrunas, si bien es consecuencia de diversos fenómenos.
Los tres tipos estaban interrelacionados y la incidencia de estos tres tipos de calamidades establecía años malos en contraste a los otros años. Hay períodos de bonanza y otros de calamidades, incluso décadas, en el Campo de Calatrava (Ciudad Real). Así, la década de 1700 fue de bonanza, pero la década de 1780 fue de calamidades ya que se dieron los tres tipos a la vez. Junto a ellas, los terremotos e inundaciones eran dos calamidades públicas de la acción de la naturaleza que, con la guerra, sumaban los seis tipos de calamidades públicas agrupadas y conceptuadas como “injuria de los tiempos”.
El período de mayor calamidades fue 1734-1738, del que describen en esos años: “por la injuria de los tiempos que de muchos años a esta parte se ha menoscabado los bienes… Antes bien, los ha laboreado y cavado tanto como el que más, por haber tenido su parte mulas aviadas y su labor en forma hasta el año pasado de 1738, que por dicha calamidad de los tiempos se deshizo de ella, por ser más el costo que el provecho”.
Los pueblos del Campo de Calatrava perdieron sobre la cuarta parte de la población y apenas la recuperarían en las décadas siguientes. Así mencionan en Calzada este desastre demográfico en 1739: “con motivo de la suma estrechez y miseria de dicha villa como de todas las de su inmediación que son el Moral, Corral de Calatrava y otras del partido de Almagro, se ha despoblado mucha vecindad y la que ha quedado continuando su miseria”.
Las hambrunas eran consecuencia directa de la falta de cosechas, en especial la cosecha de cereales, debido a plagas como langosta y, especialmente, la sequía, hambrunas con duración de varios meses o de varios años, como las mencionadas en 1641 o en los años 1650.
En el siglo XVIII parece que existieron menos hambrunas que en el siglo XVII, si bien aparecen frecuentes hambrunas en los años en los que se unían plaga de langosta y sequía, como expresan en abril de 1725 en Miguelturra, donde los pobres malviven en una “continua plaga de langosta que ha habido de 7 años a esta parte, siendo su mantenimiento diario el pan de voltico¿ y de cebada y más el de salvado y gachas de él y del de cebada sin poderse socorrer unos a otros”, y aunque no hubiera hambruna, podía haber carestía alimentaria, como dicen en 1781 “atemperándose a comer el pan que yo, fuese de centeno o panizo, porque la injuria de los tiempos no permitía otra cosa”. Las hambrunas más importantes del siglo acontecieron entre 1734 y 1738.
Los vecinos afrontaban las calamidades desde una mentalidad que venía de los siglos anteriores: son por la voluntad divina, mentalidad fruto de la cosmovisión de la sociedad de la expiación. Sin embargo, con la llegada de corrientes ilustradas hubo un cambio en la manera de afrontar las calamidades, como bien expresa el Semanario de agricultura y artes dirigido a los párrocos, auspiciado por el ilustrado arzobispo de Toledo cardenal Lorenzana, porque podían incidir en el basureado, control de plagas, etc.
No podían hacer nada contra los fenómenos meteorológicos, sí contra una de sus peores consecuencias: la langosta, plaga que aparecía periódicamente en el Campo de Calatrava, sobre todo en años secos y de cálidas primaveras y que sufrían por estar rodeados de dehesas de pastos y baldíos así como por la cercanía del Valle de Alcudia y Sierra Morena. En 1785 informaban en la Sociedad económica matritense: “Cuando habiendo precedido años secos y muchos vientos cálidos se deja ver enorme cantidad de orugas, pulgón o rosquillas y langostas…Si se confirmara por otras experiencias y observaciones se podría adivinar la plaga de langosta dos años antes y estar preparados” (Vázquez y Santiago, 1993: 93).
La devastación de los campos podía ser total, como en 1757, que arrasó todo tipo de plantas en el Campo de Calatrava, como señalan en Granátula (“no se recogió nada”), Calzada (“en estos años próximos pasados hemos padecido la epidemia de la langosta, cuyo estrago fatal nos tiene en el total extermino y en mayores miedos, con la ruina que esperamos”), Bolaños (“se comió todos los sembrados y viñas de él, único trato de sus vecinos, con que han quedado reducidos a la mayor pobreza”), Tirteafuera (“por la mucha langosta no han cogido los labradores la siembra que tenían empanada”), Cabezaarados (“vecinos que no pasan de 25 en la mayor aplicación por no haberles dejado la langosta”) o Torralba (“constituidos en la mayor miseria y necesidad que puede ponderarse por el universal destrozo que ocasionó la langosta en este año, dejando extinguidas las siembras de forma que no hay labrador alguno que haya recogido la simiente”). Dicha plaga provocaba grandes hambrunas y se unía a la sequía que facilitaba la plaga, como ya se describe en la provisión real de 25 de julio de 1584 para la zona: “falta de agua de este año y la mucha langosta que había habido y había destruido los panes… comprar trigo a Castilla La Vieja…El Rey”.
En el siglo XVII hubo grandes plagas de langosta, a menudo asociadas con fenómenos meteorológicos adversos, como en 1616, 1618 (“por la mucha piedra que ha sobrevenido y la mucha langosta”, señalan en Moral), 1666, 1672 e incluso en 1694 señalan en Almodóvar “tanta máquina de langosta…que han padecido de 14 años a esta parte. Tal vez una de las más desoladoras fue la de 1650 y 1651, parece que siempre en concurrencia con un período de sequía, como lamentan en Ballesteros como de “hielos, sequía, langosta”. En ese período se observa un descenso demográfico en la comarca, como explican en Valenzuela: “por la grande esterilidad que en ella había habido de cosechas de algunos años a esta parte había venido en gran disminución de vecinos que aún no llegaba a tener la mitad de los que habían sido”.
Ante las plagas de la langosta se recurría a diversos santos, como en Madridejos, que en 1548 eligieron por abogado contra la langosta al glorioso evangelista san Marcos, votando a Dios hacerle su fiesta, procesión y no comer carne y en Calzada: “en el año de 1547 hubo en esta villa mucha cantidad de langosta y se tomó por abogado señor san Gregorio Nacianceno y se girada su día desde la iglesia mayor de esta villa se va en procesión a la dicha ermita” (Campos, 2009: 296).
San Gregorio Nacianceno, no el Ostiense, era el abogado contra la langosta, celebrado el 9 de mayo en el calendario y misal toledanos con seis capas, cuando comenzaba el mayor daño de la plaga en los cultivos. Granátula o Calzada tenían voto a san Gregorio Nacianceno tal día 9 de mayo por la langosta. San Pantaleón era rogado por la langosta, como en Calzada en 1747 o en Almagro, que además el 15 de mayo de 1572 sacaron en rogativa a Ntra. Sra. de los Llanos y terminó con riña y forcejeo entre clérigos, monjas y capitulares del ayuntamiento por la imagen de la Virgen de los Llanos.
Pero aparte de las rogativas públicas, había una acción comunitaria sanitaria de extinción de langosta, recopilada como manual pre-ilustrado de la Instrucción de 1755 sobre Normas para extinguir langosta y prorratear gastos aprobada por el Consejo. Se describen sus tres estados y la manera de atajar la plaga, de ovación o canuto, feto o mosquito y el tercer estado, de adulta o saltadora. Esa instrucción menciona que los gastos deben pagarse de los propios y si no hubiera, de arbitrios, con preferencia de acciones mancomunadas entre los pueblos de la zona para atajar la langosta, con repartimiento de los gastos entre labradores y los interesados en los diezmos y rentas, como en 1669: “el concejo…en virtud de Provisión Real de su Majestad…ha hecho repartimiento para la matanza de langosta que está aovada en el término de este dicho lugar a los vecinos de él y demás interesados y partícipes en los frutos y diezmos del término de este dicho lugar”.
Las órdenes reales eran claras, como la de 1755: “donde hubiere langosta aovada o en canuto o nacida la maten, cojan, destruyan y arranquen de raíz de manera que no quede simiente alguna y hagan arar y rompan cualesquier tierras, dehesas, eriales y montes donde hallare la dicha langosta. Conque lo que por esta causa o para lo este efecto se rompiere o arare no se pueda sembrar cosa alguna de ello, sino que quede para pasto de la manera que antes estaba”. Precisamente los vecinos aprovechaban las plagas de langosta para hacer “arroturas” y nuevas labores. En algunos sitios, como Calzada, plantearon roturar dehesas y dedicarlas a la labor como medio preventivo de extinción de la langosta además de la extensión de la agricultura, como en 1770: “que las tierras se repartan en manos legas, habiéndolo ejecutado en las de los eclesiásticos ricos…” ¸ y a punto estuvo de gestarse una sublevación en los años siguientes por tales repartos injustos.
La langosta llegaba a ser una “cuestión de Estado” o “asunto de emergencia pública”. En la zona hubo numerosos pleitos entre pueblos por la plaga de langosta, por ejemplo, para atajar la plaga de langosta de 1708-1710 así como las contribuciones extraordinarias a la guerra de Sucesión.
La década de los años 1720 comenzó con quinquenio seco y con langosta en 1721, 1722, 1724 y 1725. Apenas hubo langosta en 1723 por la “bondad de la primavera”, lluviosa. Casi todos los pueblos del Partido de Almagro imploraron al rey que demorase un año la visita y residencia cada tres años del gobernador de Almagro por los graves gastos que suponía en unos pueblos asolados por la langosta. La desolación era tal que en 1725 mencionan en Argamasilla la desolación de la localidad “en suma pobreza por la calamidad de los tiempos”.
Se repitieron las plagas diversos años, como en 1747 y 1748, de tal manera que en Moral señalan que en 1748 existía en toda la zona gran “infelicidad y miseria en que se haya constituido este pueblo a causa de la plaga de langosta que ha habido en sus término y falta de cosecha, que a aún no se ha cogido la tercera parte de lo que se sembró”. En 1747 la plaga de langosta primaveral se unió con la leva de soldados. Cuando se acercaba la leva, los mozos huían de los pueblos para evitar ser alistados. Con tal calamidad pública, sin mozos en los pueblos para matar la langosta ni para recoger las escasas mieses por estar ocultos, el Rey hizo una real orden de excepción:
“El Rey ha atendido que varios partidos de La Mancha se hallan afligidos de la plaga de langosta, por lo que se han visto precisados a segar las cebadas antes del tiempo, no pudiendo ejecutarlo con la prontitud que conviene a causa de andar las gentes fugitivas con motivo de la leva. Y atendiendo su majestad a la gravedad de este asunto a los perjuicios y daños que pueden recelarse de no poner remedio, y sobre todo inclinado SM al alivio de sus vasallos, he resuelto que en toda la Mancha se suspenda la leva y quinta y que por consecuencia no se moleste ni persiga a nadie con este motivo…Aranjuez, 9 de junio de 1747”.
En Granátula se pregonó el 17 de junio de 1747, y salieron los mozos de su ocultación, si bien volvió a repetirse el problema en 1748: “habiendo acudido la villa de Granátula con orden que tendría el dicho corregidor, envió una audiencia que les costó muchos reales, en cuyo tiempo entró corregidor nuevo seguimos en la misma conformidad, hasta que viendo con el motivo de la leva no había gente para matar la langosta, hizo una representación al Consejo de Castilla y logró provisión para conocer de dicha langosta”.
En 1756 hubo plaga de langosta de diferentes pueblos de la zona, como en Calzada, donde “escaso pasto para su manutención por la crecida plaga de langosta que ha habido que lo desecó y comió”, pero la peor fue la de 1757, cuya plaga arrasó todos los cultivos. El panorama de estos años resulta desolador, como aparece en los siguientes dos documentos de 1759. Un quiñón se sembró dos años, y otros dos de barbechera: “solo en uno se cosechó de lo que dejó la langosta de muy comido y estropeado… Y en el otro año de la referida siembra, absolutamente no se cogió cosa alguna, porque se lo comió todo la langosta…La viuda del soldado dice que en los 4 años no ha cogido grano alguno porque aunque sembrado poco, se lo ha comido la langosta. Y que de la huerta le parece que sí paga 14 rs por alguna poca hortaliza que ha tenido, es más de lo que debe”.
La plaga de langosta de 1757 asoló todo, como señala el clérigo José Gómez Camacho: “en el de 1757 no tuve que diezmar trigo, cebada, centeno ni vino, pues todo lo consumió la plaga de langosta que hubo en este país”. Cuando habla de país, habla de La Mancha, ya que afectó a otras zonas como el Campo de Montiel, como dicen en 1758 en Alhambra: “el corto número de labradores que habían quedado, reducidos a miseria por lo contrario de los tiempos y plaga de langosta que había habido en los años antecedentes”. Esta plaga de 1757 no dejó ni los tocones de las hortalizas, como aparece en mayo de 1757: “…llevó unas mulas a comer a la huerta, que estaba comida de langosta”.
Esa plaga de 1757 tuvo consecuencias en numerosos aspectos durante años, como explican en 1759 de la mezcla de granos: “cómo en los años antecedentes se ha experimentado una total falta de granos por las muchas secas y suma plaga de langosta advertida, los labradores han sembrado lo que se les ha proporcionado y de esto ha resultado pervertirse en un todo las simientes, cosechando la especie de trigo mezclada con bastante centeno; cebada tizón…”.

Cuaderno de diezmos del arzobispado de Toledo donde se puede rastrear la conjunción de meteorología, langosta y cosechas. 1752. ADT
La plaga de langosta no solo arrasó la vegetación de los campos, sino que infestó aguas. De ahí que el intendente de la provincia Benajiar mandara en mayo de 1757 una circular sanitaria a los concejos para que protegieran las fuentes de surtimiento de los vecinos, empezando por Almagro: “en atención a que la plaga de langosta… de arrojarse las aguas ahogándose en ellas e infestándolas… hagan en todos los pozos o fuentes de que sus respectivos vecinos se surten y abastezcan de aguas se pongan y fijen cubiertas de madera, ejecutando lo mismo en aquel o aquellas que sirvan de aguaderos para las caballerías y ganados, haciendo se tenga especial cuidado en que se mantengan cerradas en aquellas horas en que a impulso de la calor levanta vuelo la dicha langosta”.
Había tanto aovado que a finales de 1758 el Consejo de Castilla permite que “maten, cojan, destruyan y arranquen de raíz de manera que no quede simiente alguna y hagan arar y rompan cualesquier tierras, dehesas, eriales y montes”. En mayo de 1759 el intendente Benajiar mandó circular sobre donativo real que resume la propaganda real y formas de extinción similar a otros años y zonas: “Irán 4 cuadrillas de a 15 peones cada una, cada peón con 3 rs diarios… pues si alguno o algunos no obran y trabajan como es razón, han de perder el jornal y se han de despedir de las cuadrillas para que otros escarmienten. Y el contexto de este auto se publicará en la plaza para que todos tengan noticia de la benignidad que ha usado Su Majestad”.
Desde 1760 a 1781 hubo langosta en algunos años, como en 1773 o 1779 en la dehesa de Montanchuelos. Pero la tercera gran plaga del siglo fue de 1781 a 1783, unida a la gran sequía de 1779 a 1783. En 1781 hubo plaga de langosta y en el invierno con hielos y lluvias roturaron los pastos ayudados con ganado de cerda, pero en el año 1782 prosiguió la sequía. De hecho, en mayo de 1782 los calores habían arrebatado muchas siembras y no espigaron. Lo que espigó sufrió tizón, a lo que se unió en 8 días una plaga enorme de langosta que asoló trigos y centenos: “La langosta se comió olivares, hortalizas, vides y legumbres”.
El informe de agosto de 1782 resultaba demoledor en la zona; por ejemplo en Almagro casi todas las dehesas estaban infestadas: “cuyo insecto en su ovación y mansión en el sitio del Pardillo se comió las hortalizas y maltrató varias olivas… en Matabestias dejó 10 olivas grandes sin una hoja y maltrató otras 20, haciendo lo mismo en los parrales…Y en una palabra, no hay cerro, linde, vereda y paraje fragoso libre del pernicioso insecto de langosta…”.
Ese invierno volvieron a arar ayudados con ganado de cerda, pero tanta ovación de langosta hacían esperar una gran plaga para 1783. El cambio de ciclo pluviométrico con las lluvias primaverales favorecieron la aniquilación y el retraso de la plaga: “como con motivo de estar el tiempo fresco a causa de las lluvias, por las mañanas y tardes está naturalmente empecida¿ la langosta para que hasta sea más destruida y aniquilada”. Pero ese mes de mayo de 1783 el conflicto vino entre la justicia de Granátula y la de Almagro por la gran plaga de langosta que se gestaba desde Granátula. De hecho, el gobernador escribía al intendente y denunciaba que en Granátula estaban ya de siega y que no querían matar langosta, sino recoger las mieses antes de ser devoradas por la plaga, por lo que debería ser castigada la localidad, a lo que añadieron la descripción pormenorizada de los cordones de langosta arrasando los cultivos de la zona: “En otro sitio titulado Cañada Honda entre mojonera de los términos de Granátula y Valenzuela hay un cordón espantoso el que camina a las siembras de Granátula”.
Esa primavera de 1783 comenzó un período de lluvias e inundaciones hasta 1786 que mitigó la plaga de langosta los años siguientes, si bien en 1785 señalaban algo de langosta en Moral y Almagro, en 1789 en Calzada y en 1794 estaba infestada la dehesa de Montanchuelos.