Por Manuel Antonio Mora García, Meteorólogo del Estado. Delegado Territorial de AEMET en Castilla y León.
Este año se cumple el primer centenario del fallecimiento del pintor Joaquín Sorolla Bastida (Valencia, 27/02/1863 – Cercedilla, 10/08/1923), uno de los grandes maestros de la pintura española de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Joaquín Sorolla es el “pintor de la luz”, esa luz espléndida que inunda las playas mediterráneas en un día de verano, pero también es el pintor de la tenue luz tamizada por las nubes en un día de lluvia, de tormenta o de nieve, incluso es capaz de retener con su pincel el instante fugaz de un arcoíris.
El arco iris, El Pardo. 1907. Museo Sorolla NI 00789
La vida y obra de Joaquín Sorolla se podría resumir con esta frase del escritor Antonio Gala:
“El que es pintor abre, al nacer, el más estricto de los sentidos, los ojos a la luz. Y la luz le dará el más estricto sentido a su vida.”
Antonio Gala
O en palabras del propio Sorolla, en una carta dirigida a su esposa, Clotilde García del Castillo:
….”ya te he contado mi vida de hoy, es monótona, pero qué hacerle, siempre te digo lo mismo, pintar y amarte, eso es todo ¿¿te parece poco??”
Sorolla poseía una habilidad única, captar simultáneamente la luz y el movimiento transmitiendo emociones. Delante de sus cuadros podemos llegar a “sentir“ el frescor de la brisa del mar gracias a la radiante luz, el movimiento de las olas y la vibración de las velas henchidas por el viento en una playa mediterránea, o “sentir” la humedad de un prado asturiano bajo la luz mortecina de un cielo gris.
https://es.wikipedia.org/wiki/El_regreso_de_la_pesca:remolcando_el_barco#/media/Archivo:Joaqu%C3%ADn_Sorolla_y_Bastida-_La_vuelta_de_la_pesca.jpg
Las obras de Sorolla más conocidas son las relacionadas con escenas marineras ambientadas en las playas levantinas, con niños correteando o bañándose, pescadoras y pescadores o barcas, donde la espléndida luz mediterránea es protagonista, pero en su dilatada obra encontramos paisajes de otras zonas de la geografía española, tanto costeros como de interior y con todo tipo de condiciones lumínicas. Sorolla también fue un gran retratista (emulando a su admirado Velázquez) y entre sus clientes se encontraban todo tipo de personalidades, desde el rey Alfonso XIII hasta el presidente de EEUU, para los que realizó sendos retratos.
Como aficionados a la meteorología, queremos sumarnos a los actos conmemorativos del centenario del fallecimiento del “pintor de la luz” que también fue “pintor de nubes y meteoros”.
Gracias a sus obras paisajísticas, desde rápidos apuntes, “impresiones” o “notas de color” en pequeño formato, hasta obras más elaboradas, podemos rememorar algunos episodios de tiempo adverso de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, y también constatar la realidad del cambio climático.
La nutrida correspondencia del autor, que se conserva casi en su totalidad y en la que se describe el estado del tiempo prácticamente a diario, junto a algunas fotografías y la información de los boletines meteorológicos diarios de los incipientes servicios meteorológicos, nos permiten conocer el tiempo durante la ejecución de sus obras.
La colección del Museo Sorolla contiene gran parte de su obra pictórica, archivos personales, fotografías, etc. Gracias a este museo virtual y la consulta de otras obras pictóricas disponibles en internet (galerías de arte, museos, Wikipedia, etc.) hemos podido estudiar la obra de Joaquín Sorolla desde el punto de vista de la meteorología.
El presente artículo es el resumen de un completo trabajo que se publicará en varias entregas a través del repositorio de AEMET Arcimís (https://repositorio.aemet.es/)
SOROLLA Y EL TIEMPO
Como pintor al natural de paisajes, Sorolla permanecía durante horas a la intemperie, y por tanto estaba pendiente del tiempo reinante. En sus trabajos en las playas, tanto mediterráneas como cantábricas, debía protegerse del sol y guarecerse del viento, por lo que además de llevar sombrero, utilizaba parasoles o sombrillas (que además modulaban la intensidad de la luz y protegían el lienzo), e instalaba parapetos para protegerse del viento y de los curiosos.
En la siguiente fotografía podemos verle pintando el cuadro titulado “Niños en la playa” en un soleado día de junio de 1916, donde aplica una técnica del encuadre fotográfico, un plano medio y en picado que impide ver el cielo, característica de algunas de sus obras. Podría pensarse que los cielos no le interesaban, pero como veremos más adelante, las nubes y los meteoros son los auténticos protagonistas en muchas de sus obras.
Niños en la playa. Wikipedia https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Joaqu%C3%ADn_Sorolla,_Ni%C3%B1os_en_la_playa,_1916._Sotheby%27s..jpg (dcha.)
La temperatura, la humedad, el viento, la insolación, y meteoros como la lluvia, la tormenta o la nieve, son variables meteorológicas que influyen en la salud y el estado anímico de las personas, pero en el caso de Joaquín Sorolla, parece ser que lo hacían de forma exacerbada, tal vez porque condicionaba la ejecución de sus obras.
Cartas a Clotilde García del Castillo
3-4 de diciembre 1907. Valencia
….el viento horrible que hacía, y frío por ser poniente, me tiró el cuadro, que he podido pillar en el aire sin que afortunadamente se borrase nada.
17 de febrero 1908. Granada
Estoy muy cansado alma mía, tengo verdadero cansancio y es debido al calor, más propio del mes de Junio que del invierno; ahora, que con esta sudada de hoy nada me he resentido de dolores en la espalda, lo cual te demuestra que no hay que pensar mal, es reuma cogido en los jardines
23 y 24 de abril 1908. Londres.
El día me tiene muy triste, pues es tremendamente negro y lluvioso, ahora lo que hay no es luz, y son las 4 y media.
Su gran amigo, el escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez, relataba en un artículo dedicado al artista en 1900 “tras 10 horas de trabajo en la playa, a cielo libre, desafiando el rabioso sol en “El Cabañal” volvía al anochecer a su casa con la cara cocida, el sombrerito de paja echado hacia atrás y abierto el cuello de la camisa….” Continúa diciendo que “Hay sin duda una Providencia que vela por los grandes artistas, y ese sol que todos los veranos mata algún trabajador del campo, todavía no ha podido con Sorolla, valeroso soldado de la pintura que, como si fuera una salamandra, se pasa el día entero entre la arena que vomita llamas; sin quitasol, porque su sombra podría modificar la visión clara y precisa de la luz y los objetos; sin otro abrigo que la minúscula ala de su sombrero, pinta que pinta olvidado de todo, embriagado por la hermosura de la Naturaleza a la misma hora en que las calles quedan desiertas, la vida parece suspenderse y, aterrados por el calor insufrible, nos refugiamos en los rincones más húmedos y oscuros.
En las obras a las que dedicaba más tiempo, le interesaba que existiera cierta continuidad en las condiciones atmosféricas que aseguraran las mismas características de luminosidad ambiental. Durante el verano visitaba con asiduidad las playas levantinas, buscando en muchas ocasiones la luz del atardecer que ilumina el paisaje de forma especial, al adquirir una tonalidad rojiza o anaranjada resultado de la fuerte dispersión de los rayos solares al atravesar la atmósfera. Sorolla llamaba a este instante “último rayo de sol”.
Carta a Clotilde García del Castillo.
Granada 25 noviembre 1909
He tenido un pésimo día, pues ni estaba nublado ni dejó de hacer sol a ratillos, que es lo peor que puede ocurrir a un pintor. Me he desesperado, y he pasado mucho frío en la mañana. Para fin del día, estaba esperando poder trabajar en un estudio de último rayo de sol y después de esperar una hora no quiso asomar la cara, en fin, un mal día y unas rabietas que me dejan más desecho que una larga caminata
SOROLLA PINTOR DEL ATARDECER
Joaquín Sorolla tenía predilección por la luz solar del atardecer, con sus tonos anaranjados, amarillos o rosáceos, como muestra en muchas de sus obras, tanto en escenas de playa como en paisajes.
Carta a Clotilde García del Castillo
Sevilla, 17 de febrero de 1908
Ayer cuando ya puesto el sol, quedaba la luz crepuscular iluminando la Giralda, descubrimos Vega y yo que tiene la torre muchos ladrillos dorados pues parecía que estaba encendida. La tranquilidad de la hora, el ambiente cálido asalmonado de la atmósfera y la nota preciosa del agua del río, eran un conjunto tan simpático que costaba trabajo dejarlo.
El estilo de sus paisajes, varía a lo largo de los años, al igual que su paleta de color, desde el realismo en sus primeras obras a cierta similitud con el impresionismo, el expresionismo o el fauvismo en su madurez. Las “notas de color” le daban gran libertad para interpretar los paisajes y plasmar la impresión del momento, en este caso del atardecer.
En estas dos obras podemos ver el mismo escenario con la diferente luz de la tarde, una versión adaptada al paisaje de la célebre serie sobre la catedral de Rouen del impresionista Claude Monet.
SOROLLA PINTOR DE FENÓMENOS ÓPTICOS
En este cuadro vemos un fenómeno óptico que aparece al amanecer o al atardecer, el resplandor alpino o “Alpenglühen”, producido al incidir los primeros rayos solares (anaranjados) en las cumbres montañosas. La fotografía de nuestro compañero Rubén del Campo nos muestra el mismo fenómeno con el mismo fondo, la Sierra de Guadarrama.
https://www.sothebys.com/en/auctions/ecatalogue/2018/19th-century-european-ptgs-l18102/lot.37.html
Las irisaciones o iridiscencias son fenómenos ópticos producidos por la refracción de la luz en cristales de hielo de las nubes.
Esa coloración especial del cielo sin duda atraía la atención de Joaquín Sorolla e inspiró algunas de sus obras, como vemos a continuación.
El arcoíris se produce por la refracción y reflexión interna de los rayos de sol en las gotas de lluvia. El arcoíris es un fenómeno óptico efímero y de gran belleza, realzada en esta obra por su reflejo especular en la superficie encharcada tras la tormenta.
SOROLLA PINTOR DE NUBES
En la extensa obra paisajística de Joaquín Sorolla, alternan los cielos despejados con los cielos nubosos o cubiertos. Las nubes según su aspecto se clasifican en géneros, especies y variedades, agrupándose según su altura y espesor en nubes bajas, medias, altas y de desarrollo vertical.
Las nubes que observamos no permanecen estáticas, sino que están en continuo movimiento desplazadas por el viento presente en la atmósfera libre y las corrientes verticales. Su aspecto también cambia continuamente, de forma instantánea e imperceptible debido a los procesos microfísicos que ocurren en su interior. La coloración de las nubes depende de su constitución y la posición del sol en el momento de observarlas.
El estilo pictórico de Sorolla, con pinceladas largas y cargadas, donde predominan las formas y el color sobre el dibujo, recoge la esencia de todo lo anterior. Por ello, a diferencia de otros paisajistas más realistas, con una visión más fotográfica e instantánea, las nubes de Sorolla no presentan contornos definidos, podríamos interpretar que resumen esa continua evolución durante el periodo de ejecución de la obra. En algunos casos, también realiza su propia adaptación para integrarlas en el conjunto de su obra, con un estilo propio que se aleja de la estricta realidad.
En esta nota de color podemos observar nubes del género cumulus, nubes de desarrollo vertical, apareciendo por la derecha la base gris de una nube del género cumulunimbus. En este tipo de nubes se producen ascendencias y descendencias que producen turbulencia. Las pinceladas de Sorolla, nos transmiten esa sensación de movimiento y turbulencia.
En esta obra podemos ver los diferentes matices de blancos y grises de los cumulus, en función del espesor de la nube, su contenido de agua y la iluminación que reciben.
La dimensión vertical de estas nubes se aprecia en la siguiente nota de color, donde aparece la parte superior iluminada directamente por los rayos de luz anaranjados, a punto de desaparecer por el horizonte, mientras el resto del paisaje es iluminado indirectamente por la radiación solar difusa.
En esta obra vemos nubes medias del género altostratus sobre el mar. Este tipo de nubes tienen una gran extensión horizontal, presentándose en capas. Sorolla representa estas nubes con largas pinceladas horizontales de color gris.
En esta nota de color vemos el sol velado por altostratus de la variedad translucidus.
Las nubes que se aprecian en este cuadro podrían considerarse nubes altas del género cirrus y especie spissatus.
Como ejemplo de nubes bajas, en esta obra se aprecian stratus de la especie fractus
SOROLLA Y LA LLUVIA
La pintura al aire libre se ve dificultada cuando el viento es intenso, capaz de derribar el caballete o cuando llueve. En este último caso sólo es posible pintar a cubierto. Por ello no son frecuentes las obras pictóricas sobre este tema. Sin embargo, en la obra de Sorolla hay varios cuadros relacionados con la lluvia y las tormentas, probablemente realizadas desde el porche de una terraza en la playa o desde la ventana de un edificio en los paisajes urbanos.
15 diciembre 1907. Valencia
La mañana ha sido en principio regular, luego se estropeó de una manera terrible por el excesivo viento, he tenido que suspender mi trabajo, pero no he perdido la mañana; la tarde es la que veo mal, témome que tendré que refugiarme en la terraza del restaurante y desde allí ver si hago algo o perder la tarde, todo es preferible a esto último.
En esta obra podemos ver la oscura base de un cumulonimbus, de un color violáceo, mientras la intensa precipitación cae en cortinas inclinadas a distancia. Se aprecian claros en el cielo, a través de ellos aparece el reflejo amarillo del sol en el mar, por lo que teniendo en cuenta la posición e inclinación de las sombras de los bueyes podría coincidir con el comienzo del día. La convección nocturna en el Mediterráneo que perdura hasta el amanecer suele producirse en situaciones de gran inestabilidad por la presencia de una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos).
https://wikioo.org/es/paintings.php?refarticle=8BWSF2&titlepainting=gris+d%C3%ADa+en++Playa+de+Valencia&artistname=Joaquin+Sorolla+Y+Bastida
En este cuadro se representa un fuerte temporal, con gran oleaje y las barcas recogidas en tierra. La nubosidad es de tipo stratus y nimbostratus, con precipitación a distancia. El mar tiene una tonalidad marrón-rojiza.
Tarde tormentosa. 1904. Reproducción con permiso de Sotheby´shttps://www.sothebys.com/en/auctions/ecatalogue/2017/19th-century-european-ptgs-l17102/lot.19.html?locale=en
Esa tonalidad probablemente se deba a la llegada de aluviones por las precipitaciones intensas en el interior, que descargan en el mar por ríos o ramblas con crecidas repentinas, como describe Sorolla en su carta:
…la tarde de ayer la aproveché muy bien, cosa que pongo muy en duda hoy pues está entaravillat y bochornoso, calor, calor. La mañana de hoy la he aprovechado empezando una cosa de niños en el mar, he rabiado como de costumbre y he hecho poco, veremos mañana; si el tiempo sigue bueno entonces podré terminarlo con los tres días que me quedan en Valencia, esperar más es inútil dado lo avanzado de la estación, a más que si lloviera y volviéramos al agua roja sería inútil.(28 septiembre 1910,Playa del Cabañal, Valencia)
SOROLLA Y LA NIEVE
La nieve, por sus singulares efectos lumínicos y por su carácter efímero siempre suscitó el interés de Sorolla, quedando plasmada en sus cuadros. La obra pictórica de Joaquín Sorolla se desarrolla durante la transición entre el periodo climático conocido como la pequeña Edad del Hielo y el actual calentamiento global, por tanto una época con temperaturas inferiores a las actuales y con frecuentes nevadas que reflejó en sus obras.
Durante su periodo de formación en Italia (1885-1889), tuvo ocasión de experimentar con paisajes nevados.
En 1899, tras volver de Italia y recién casado, Joaquín Sorolla fijó su domicilio familiar en Madrid. Sin embargo, por motivos profesionales y familiares realizaba varios viajes al año por España y por el extranjero. Esos primeros años de estancia en Madrid fueron los más fríos en Madrid y buena parte de España desde que hay registros.
En su estancia en el Pardo durante el invierno de 1907, realizó varios cuadros de la Sierra de Guadarrama, entre las que destaca esta vista de la Pedriza, con las cumbres nevadas y nubes de tipo stratocumulus arrojando su sombra sobre la Sierra.
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Joaqu%C3%ADn_Sorolla,_Vista_de_La_Pedriza_desde_El_Pardo.jpg
También realizó varias obras en Granada, con vistas de Sierra Nevada cubierta de nieve.
En verano de 1914 la familia Sorolla se encontraba en Huesca. Joaquín Sorolla realiza varias notas de color en el pirineo oscense, como la siguiente, donde se aprecian las montañas nevadas al fondo y un almiar en primer plano. Observando otras obras realizadas en ese periodo se intuye que la cota de la nieve estaba bastante baja, y aunque en la actualidad no es extraño que nieve en verano en el Pirineo, parece que no lo hace con tanta frecuencia e intensidad.
De igual forma, parece que las nevadas en la meseta castellana son cada vez menos frecuentes e intensas una vez entrada la primavera.
El 1 de abril de 1910 Sorolla se encontraba en Burgos cuando fue sorprendido por una nevada, que aprovechó para realizar varias obras.
El boletín meteorológico diario del Instituto Central Meteorológico (creado en 1877), nos mostraba la entrada de una masa de aire polar.
Esta obra que se encuentra en una colección particular también nos muestra una nevada tardía en la ciudad de León. El archivo fotográfico del Museo Sorolla dispone de una fotografía con el mismo encuadre fotográfico y con abundante nieve, de fecha sin concretar (1902-1903), sin embargo Sorolla representa la nieve derretida prácticamente en su totalidad, y además en un plano picado. La situación sinóptica del 11 de mayo de 1902 mostraba la entrada de una masa de aire polar, poco frecuente en la actualidad en esas fechas, casi a mitad del mes de mayo, por lo que este cuadro podría haber sido realizado en esa fecha.
SOROLLA Y EL MAR
El mar, siempre en movimiento, con sus diferentes colores, tonalidades y reflejos, constituye un espectáculo singular. Joaquín Sorolla, dotado de una gran sensibilidad, plasma en sus cuadros y apuntes su impresión, la sensación que produce en su ánimo.
El mar es el protagonista en muchas de sus obras, pero ese protagonismo es compartido con el cielo, con las nubes y meteoros o con escenas costumbristas en muchas otras.
En sus obras podemos observar distintos estados de la mar, desde mar llana o rizada hasta mar gruesa.
Se desconoce la datación exacta de esta obra, únicamente que fue realizada en los veranos de 1917 o 1918. Se aprecia un fuerte temporal, aparentemente mar gruesa (altura de olas de 2,5 a 4 m,)
Con la información meteorológica de la época se puede estimar la fecha probable de este temporal, el 30 de junio de 1917. Los observatorios de Santander y Punta Galea (Vizcaya) cifraron mar gruesa, y el de San Sebastián marejada.
SOROLLA Y LAS BRUMAS Y NIEBLAS
La reducción de la visibilidad debido a gotitas de agua en suspensión en la atmósfera obviamente impide la observación del paisaje, por lo que las brumas y nieblas son meteoros que no suelen estar presentes en las obras de los paisajistas.
Para Sorolla, apasionado de la luz, tampoco suponía un atractivo, sin embargo, en esta obra parece percibirse la bruma en la costa de San Sebastián.
Sorolla realizaba muchos bocetos a lápiz y carboncillo con un objetivo definido, pero en este caso parece que se trata de un simple dibujo.
El catálogo del Museo Sorolla puede consultarse a través del siguiente enlace: (https://ceres.mcu.es/pages/SimpleSearch?Museo=MSM)
Agradecimientos A la Fundación Museo Sorolla, Hispanic Society of America, Sotheby´s y Alcalá subastas por la autorizacón de uso de imágenes y a Rubén del Campo por la autorización de uso de fotografías.
Bibliografía
-Publicaciones del Museo Sorolla
.- Epistolarios de Joaquín Sorolla, II. Correspondencia con Clotilde García del Castillo, 1011-1919, edición a cargo de Víctor Lorente Sorolla, Blanca Pons Sorolla y Marina Moya, Barcelona, Anthropos, 2008
.- Epistolarios de Joaquín Sorolla, III. Correspondencia con Clotilde García del Castillo, edición a cargo de Blanca Pons Sorolla y Víctor Lorente Sorolla, Barcelona, Anthropos, 2009.
La luz en la pintura. Carroggio S.A. de ediciones. 1998