Extraído del Calendario Meteorológico 2020 de AEMET
Por Ricardo Squella de la Torre (Relaciones Internacionales e Institucionales de AEMET)
De hecho, el agua en estado líquido es un requisito indispensable para la vida tal y como se conoce: los astrobiólogos buscan activamente planetas como Marte o satélites como Europa, en los que haya evidencias de agua líquida, pues esta solo se da en unas condiciones de presión y temperatura favorables en las que se pueden producir cadenas de compuestos orgánicos que consumen recursos, generan residuos y se autorrepliquen, es decir, vida. La mayoría de seres pluricelulares, y la especie humana, están compuestas de agua. Incluso podría decirse que, en términos químicos, el hombre es “agua acompañada de otros compuestos” pues la proporción de agua en el cuerpo humano es de un 75 % de agua en el momento de nacer y en la edad adulta, de un 65%.
El clima según la Organización Meteorológica Mundial es “el conjunto fluctuante de condiciones atmosféricas caracterizado por los estados y la evolución del tiempo, en el curso de un periodo suficientemente largo y en un dominio espacial determinado” pero… ¿qué quiere decir eso, qué relación tiene con el agua y por qué es interesante? Puede servir como ejemplo ilustrativo, el mar Mediterráneo, la cuenca del Mare Nostrum, un “dominio espacial determinado” que durante “periodos suficientemente largos” (de treinta años) tiene unos ciclos anuales “fluctuantes” de sus “estados del tiempo” también conocidos como elementos del clima: presión, temperatura, humedad, viento, etc. En la época estival, el anticiclón de las Azores migra hacia el norte, e impide que entren frentes húmedos del Atlántico al sur de Europa y norte de África, por lo que se produce una sequía generalizada que caracteriza un tipo de clima, el mediterráneo.
El clima y el agua son, pues, dos actores fundamentales en el escenario de la vida en la Tierra: podría decirse que son dos bailarines que se entregan a un baile que tiene un nombre muy concreto, “el ciclo hidrológico”. El ciclo hidrológico es la sucesión de todos los estados por los que va pasando el agua en la Tierra para volver a su estado inicial y posteriormente repetir el proceso. El agua se encuentra en estado gaseoso en la atmósfera (de hecho, atmos en griego, quiere decir vapor de agua), que cuando se condensa, forma las nubes que descargan agua, alimentando la hidrosfera y esta devuelve el agua a la atmósfera por evaporación, o transpiración a través de la biosfera. Las ciencias que se dedican al estudio del agua en la Tierra son dos: la meteorología estudia lo que ocurre con el agua “del suelo para arriba” mientras que la hidrología estudia lo que ocurre con el agua “del suelo para abajo”. Los Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales realizan estos estudios y su labor se fundamenta en tres campos temporales: el pasado (la climatología: ¿qué ocurrió, qué estadísticas se pueden sacar, qué ha pasado?), el presente (la observación: la recopilación de los datos del “ahora” a través de las estaciones meteorológicas, los satélites, los radares, etc.) y el futuro (la predicción: a partir de un estado inicial de la atmósfera, esta se puede modelizar y prever su estado futuro con unas ciertas restricciones: las ecuaciones fundamentales de la atmósfera).
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) celebra su 70.º aniversario en 2020 y como lema del Día Meteorológico Mundial, que se celebra cada 23 de marzo para conmemorar la entrada en vigor en el año 1950 del Convenio por el que se estableció, se ha elegido “El clima y el agua”. Los peligros relacionados con el tiempo, el clima y el agua causan casi el 90 % de todos los desastres. Gracias a la acción de los Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales de sus países Miembros, la OMM facilita predicciones y alertas tempranas de estos peligros que ayudan a prevenir los desastres y mitigar sus efectos, salvar vidas y reducir los daños a la propiedad y el medio ambiente gracias a una mejor gestión de riesgos. Además, alerta al mundo sobre el agotamiento de la capa de ozono, la variabilidad del clima y el cambio climático y sus efectos, así como sobre la disminución de los recursos hídricos y la calidad del aire y del agua. En colaboración con otros organismos de las Naciones Unidas y los Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales de sus Miembros, la OMM también apoya la aplicación de varios convenios y convenciones medioambientales, y contribuye de manera decisiva a proporcionar asesoramiento y evaluaciones a los gobiernos sobre cuestiones relativas a los mismos.
De acuerdo con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en 2015, un total de 4500 millones de personas carecían de servicios de saneamiento administrados de manera segura y 2300 millones carecían incluso de saneamiento básico. Además, se estima que al menos una de cada cuatro personas se verá afectada por escasez recurrente de agua para 2050. El mismo PNUD afirma que la escasez de agua afecta a más del 40 por ciento de la población mundial, cifra que probablemente crecerá con el aumento de la temperatura global debido al cambio climático. Por otro lado, las emisiones de gases de efecto invernadero continúan aumentando y hoy son un 50 % superiores al nivel de 1990. Además, el calentamiento global está provocando cambios permanentes en el sistema climático, cuyas consecuencias pueden ser irreversibles si no se toman medidas urgentes ahora.
Banjir (Yakarta). Fotógrafo: Kompas/Hendra A. Setyawan (HAS). Boletín de la OMM 68 (1 )- 2019.
Por todo lo anterior, la Asamblea General de la ONU ha adoptado la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible: un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, que también tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia. La Agenda plantea 17 objetivos con 169 metas de carácter integrado e indivisible que abarcan las esferas económica, social y ambiental, y entre ellas, el desafío del cambio climático y la gestión responsable del agua. Al adoptarla, los Estados se comprometieron a movilizar los medios necesarios desde ahora hasta 2030 para su implementación mediante alianzas centradas especialmente en las necesidades de los más pobres y vulnerables, para poner fin a la pobreza y el hambre, combatir las desigualdades dentro de los países y entre ellos, construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas, con el fin de garantizar una protección duradera del planeta y sus recursos naturales.