Por Manuel Antonio Mora García. Meteorólogo del Estado. Delegación Territorial de AEMET en Castilla y León.
Son numerosas las obras del museo del Prado que representan amaneceres y atardeceres donde las nubes adquieren matices rosáceos, anaranjados o amarillentos, como resultado de la dispersión selectiva de la luz solar, algunas de ellas ya han sido analizadas en anteriores capítulos. En realidad estas coloraciones de las nubes no se consideran como fotometeoros en general, salvo la luz crepuscular como fulguración luminosa en el ocaso, sin presencia de nubes. A continuación mostraremos algunas obras más con luces crepusculares o nubes coloreadas, en orden cronológico, que no vamos a comentar para no extendernos en exceso, pero la mayoría aparecen excelentemente descritas en las fichas disponibles en el enlace al museo.
Cristo con la cruz a cuestas. Sebastiano del Piombo.Hacia 1516. Óleo sobre lienzo, 121 x 100 cm.
Siglo XVI. Óleo sobre lienzo, 102 x 84 cm.
San Juan Bautista. Fray Juan Bautista Maíno. Antes de 1613. Óleo, 19,3 x 14,4 cm.
Paisaje con San Onofre. Claudio de Lorena. Hacia 1638. Óleo sobre lienzo, 158 x 237,1 cm.
El Arcángel Rafael y Tobías. Claudio de Lorena. 1639 – 1640. Óleo sobre lienzo, 211 x 145 cm.
Puerto. Anónimo. Siglo XVII. Óleo sobre tabla, 14 x 19 cm.
Un alto en la cacería. José del Castillo. 1773. Óleo sobre lienzo, 260 x 390 cm.
Paisaje con figura a caballo. Nicholas Pocock. 1787. Óleo sobre lienzo, 76 x 113 cm.
Una carbayera. Asturias. Manuel Ramos Artal. 1886. Óleo sobre lienzo, 69 x 44 cm.
Puesta de sol. Antonio Muñoz Degrain. Hacia 1900. Óleo sobre lienzo, 52 x 65,5 cm.
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Las altas mesetas de Valromey. Henry Grosjean. Hacia 1916. Óleo sobre lienzo, 60 x 92 cm.
Destacamos esta obra de El Greco, realizada en 1570, por tanto de su etapa italiana antes de establecerse en Toledo. Las nubes, a diferencia de las obras anteriormente analizadas, aunque de aspecto cumuliforme, tienen mayor dimensión horizontal que vertical. Aunque se trata de una escena bíblica, “la Huida a Egipto”, que otros autores representan como un tranquilo viaje, la escena mostrada por El Greco es inquietante, ya que José intenta tirar del terco rucio que se rebela, mientras María parece impasible y sujeta ligeramente al Niño, éste mira con temor el suelo e intenta aferrarse a su madre, anticipándose a una posible caída. La sombra alargada de José nos indica que se trata de un atardecer, y que la nubosidad anaranjada se encuentra en el punto antisolar (a diferencia de los ejemplos de luz crepuscular anteriormente mostrados).
La huida a Egipto. El Greco. Hacia 1570. Óleo sobre tabla de madera de pino, 15,9 x 21,6 cm.
Algunos autores incorporan estos coloridos atardeceres a su repertorio de paisajes, que como es el caso de Herman van Swanevelt.
Izquierda: Paisaje con caminantes con un niño y perro. Herman van Swanevelt,
1639 – 1641. Óleo sobre lienzo, 210 x 156 cm.
Derecha: Paisaje con ermitaño predicando. Herman van Swanevelt. 1639 – 1641. Óleo sobre lienzo, 212 x 157 cm.
Es curioso observar que dentro de la iconografía del episodio bíblico, “noli me tangere”, que incluye la pala o el rastrillo de hortelano o jardinero y el sudario a modo de túnica para representar a Cristo, algunos autores muestran el orto o salida del Sol.
En este episodio se representa la Resurrección de Cristo, en el momento en que María Magdalena, que acudió al sepulcro en la mañana, se acerca y se postra de rodillas ante él en actitud de tocarle (de ahí las palabras de Cristo “no me toques”- “noli me tangere” en latín), referidas en el Nuevo Testamento:
JUAN 20:17: “Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre…”
En la obra del italiano Giulio Romano el cielo toma un espectacular tono violáceo, mientras que en la obra del español Jerónimo Vallejo toma un ligero matiz amarillento.
Izquierda: Noli me tangere. Giulio Romano. Primera mitad del siglo XVI. Óleo sobre tabla, 220 x 160 cm.
Derecha: Noli me tangere. Jerónimo Vicente Vallejo Cósida. Hacia 1570. Óleo sobre tabla, 61 x 47 cm.
Es evidente que el cromatismo de algunas composiciones se equilibra incorporando tonos cálidos rojizos, en contraste con los tonos fríos, por ello estas coloraciones de los celajes aparecen en muchos retratos o figuras de santos, como vemos a continuación.
Un general. Adriaen Backer.1680. Óleo sobre lienzo, 126 x 106 cm.
Anne Sawbridge. Francis Cotes. 1767 – 1770. Óleo sobre lienzo, 124 x 100 cm.
Magdalena penitente. Luis de Carvajal.1579. Óleo sobre lienzo, 130 x 94 cm
Paisaje con la Magdalena orando. Siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 168 x 51 cm
Aunque muchos autores reflejan la naturaleza con detalle, en ocasiones los paisajistas se toman ciertas licencias interpretativas, como hemos visto en el capítulo relativo al arcoíris. En este caso nos referimos a la tonalidad rojiza de las nubes, que como hemos visto se produce al amanecer o al anochecer, pero no en pleno día como indican estas nubes de desarrollo vertical en la obra de Luca Giordano.
Carlos II a caballo. Luca Giordano. Siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 68 x 54 cm.
En la próxima entrega continuaremos con otros fotometeoros.