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La meteorología en el Museo del Prado VI. Precipitación. Primera parte

Por Manuel Antonio Mora García. Meteorólogo del Estado. Delegación Territorial de AEMET en Castilla y León.

 En anteriores entregas hemos analizado algunos meteoros como los rayos, el arco iris y las nubes que se muestran en los cuadros de la pinacoteca del museo del Prado. En esta ocasión nos centraremos en los cuadros que muestran distintas formas de precipitación y que no hemos analizado anteriormente.

 Desde el punto de vista meteorológico, la precipitación es un hidrometeoro que consiste en la caída desde las nubes de gotas de agua líquida (lluvia o llovizna en función de su tamaño), o agua sólida en forma de nieve (en sus múltiples formas) o hielo (básicamente granizo o pedrisco en función de su tamaño). La precipitación asociada a las nubes de origen cumuliforme habitualmente se produce en forma de chubascos, cuya característica es que la precipitación comienza y termina súbitamente, y en general es de cierta intensidad. En ocasiones, debido a la excesiva altura de la base de las nubes y/o la sequedad del ambiente, la precipitación se evapora antes de llegar al suelo, denominándose virga.

          Jochim Patinir, nacido a orillas del río Mosa, en los Países Bajos, es considerado el primer paisajista flamenco. Amigo de Alberto Durero y con influencias de El Bosco, mezcla la realidad del paisaje con algunas imaginativas escenas idealizadas, manejando con destreza el cromatismo de las tonalidades verdes y azuladas del paisaje. Recomendamos que el lector consulte la excelente descripción de las variadas escenas que aparecen en este cuadro en la ficha del Museo (a través del enlace web al pie de la imagen). Nuestro interés se centra en la cortina de precipitación procedente de una densa nube (bien podría ser un Cumulonimbus) que se observa en la esquina superior izquierda del cuadro).

Paisaje con San Jerónimo. Joachim Patinir.1516 – 1517. Óleo sobre tabla, 74 x 91 cm.

            Aunque Patinir observaba de forma primorosa la naturaleza, es imposible pensar que en aquella época se tuviera conocimiento de las descargas eléctricas generadas por las cenizas volcánicas, entre otras cosas por la ausencia de volcanes activos en Centroeuropa. Estas se producen de forma similar a las tormentas, en este caso, las densas cenizas se cargan de electricidad por rozamiento en el momento de la erupción, y si se distribuyen adecuadamente, pueden generarse descargas entre los diferentes centros de carga. En su obra “El paso de la laguna Estigia” se representa a Caronte (el barquero) trasladando un ánima a través de la laguna hacia el infierno en llamas, donde tal vez, desbordando la imaginación del autor, un volcán en erupción da lugar a la densa nube de cenizas volcánicas donde se distinguen destellos que bien podrían ser relámpagos.

El paso de la laguna Estigia. Jochim Patinir. 1520 – 1524. Óleo sobre tabla, 64 x 103 cm.

 

Erupción del volcán de Calbuco (Chile). Andiseño Estudio, y detalle del cuadro.

https://www.flickr.com/photos/estudio_an/16630753994/in/photostream/

 

            El pintor flamenco Paul Bril, con claras influencias del paisajismo de Brueghel y Patinir nos ofrece esta vista de un puerto, que muestra una gran actividad, con estibadores, carpinteros, etc. Desde las nubes cumuliformes se aprecian cortinas de lluvia, inclinadas por la cizalladura del viento (viento que varía de intensidad con la altura).

Puerto con castillo. Paul Bril. Hacia 1601. Óleo sobre lámina de cobre, 24 x 35 cm.

 

En esta obra de Rafael y Romano, que representa a la Sagrada Familia, se observa precipitación a distancia, procedente de nubes cumuliformes.

Sagrada Familia del roble. Rafael y Giulio Romano. 1518 – 1520. Óleo sobre tabla, 144 x 110 cm.

            Sánchez Coello, pintor de cámara del rey Felipe II, nos muestra la febril actividad del puerto de Sevilla a orillas del Guadalquivir a finales del siglo XVI. A través de un cielo prácticamente cubierto de nubes cumuliformes, se capta el instante en que los rayos solares iluminan la Giralda y parte del rio Guadalquivir. Las zonas más oscuras en contacto con el horizonte podrían ser cortinas de precipitación, chubascos asociados a estas nubes convectivas.

Vista de la ciudad de Sevilla. Atribuido a Alonso Sánchez Coello. Finales del siglo XVI. Óleo sobre lienzo.

 

Cuando las nubes están suficientemente elevadas, como podría ser en el caso de los cúmulos que se representan en esta obra de autor anónimo, es posible que la precipitación se evapore y no llegue al suelo, considerándose como virga.


Paisaje con caminantes. Anónimo. Primera mitad del siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 132 x 230 cm.

Otro ejemplo de precipitación en forma de virga se aprecia en esta vista del sitio de Gravelinas, a cargo del pintor flamenco Snayers.

 

El Sitio de Gravelinas. Peter Snayers. 1652. Óleo sobre lienzo, 188 x 260 cm.

Una de las obras maestras del romanticismo español es este cuadro de Federico de Madrazo, en el que se muestra al Gran Capitán tras la victoria de Ceriñola en el momento de recoger el cadáver de su adversario, el virrey de Nápoles, cuyas tropas asediaban la ciudad. La escena transcurre bajo un cielo gris cubierto de nimboestratos, con cortinas de precipitación a distancia.

El Gran Capitán, recorriendo el campo de la batalla de Ceriñola. Federico de Madrazo y Kuntz. 1835. Óleo sobre lienzo, 134,3 x 187,5 cm.

 

            Durante el siglo XIX el paisaje adquirió gran protagonismo. El museo del Prado dispone de un gran número de obras de grandes paisajistas españoles, como Carlos de Haes. En este caso se muestran cortinas de precipitación a distancia. Resulta difícil identificar las nubes, pero por el tipo de precipitación (aparentemente chubascos) y los claros que aparecen en el cielo, teniendo en cuenta además que se trata de una zona montañosa, es lógico pensar que se trate de nubosidad convectiva. Además de la característica suplementaria praecipitatio (precipitación) y la nube aneja pannus (jirones) que son evidentes, la nube principal tal vez podría ser un cumulonimbo a gran distancia, por su intenso color blanquecino al reflejar la luz solar, aunque sus bordes deberían ser más festoneados.

La cruz (Monasterio de Piedra). Carlos de Haes. Hacia 1872. Óleo sobre lienzo pegado a lienzo, 29 x 48 cm.

 

En este bello paisaje romano de Enrique Serra, observamos al fondo unos Cúmulos y Cumulonimbus mientras que cae la lluvia con el sol a la espalda del espectador. Por ello, sería razonable observar el arco iris, aunque el autor no consideró oportuno representarlo.

Bosco Sacro. Roma. Enrique Serra Auqué. Hacia 1915. Óleo sobre lienzo, 91 x 152 cm.

Otro destacado paisajista español es Muñoz Degrain. Su obra más emblemática, conocida también como “Chubasco en Granada” nos muestra una adaptación libre de un pintoresco rincón granadino en el Albaicín en torno al crecido río Darro, bajo una lluvia que parece amainar, aunque previamente, a tenor del agua que mana de los canalones y tejados, debió ser muy intensa. Se observan perfectamente los pannus o jirones de nubes bajas, por debajo de las nubes Cumulonimbus.

Recuerdos de Granada. Antonio Muñoz Degraín. 1881. Óleo sobre lienzo, 97 x 144,5 cm. Óleo sobre lienzo. 1881

En esta otra obra de un pintor del que se tienen escasas referencias, L. Romano, podemos observar en primer plano a una pastora con sus hijos y un rebaño de ovejas alejándose de un chubasco próximo.

Rebaño. Romano, L. Hacia 1860. Óleo sobre lienzo, 43 x 69 cm.

El pintor Carlos Vázquez, nacido en Ciudad Real e hijo predilecto de la misma, nos deja este bello paisaje de su tierra, con un chubasco o tormenta primaveral.

La Mancha. Carlos Vázquez Úbeda. Hacia 1930. Óleo sobre lienzo, 50 x 80 cm.

          Los chubascos en el mar se denominan técnicamente aguaceros (para no confundirlos con el término chubasco de viento que utilizan los marinos). En esta obra de Francisco Pradilla observamos un aguacero a distancia.

Náufragos. Francisco Pradilla y Ortiz. 1876. Óleo sobre lienzo, 265 x 158 cm.

La lluvia reduce notablemente la visibilidad si es intensa, por ello los pintores suelen representarla a distancia o bien muestran el paisaje tras cesar la lluvia. En esta obra del pintor Morero y Galicia vemos cómo la lluvia cae intensamente mientras los personajes se cobijan.

Perros del mercado (Recuerdo de Holanda). Jaime Morero y Galicia. 1876. Óleo sobre lienzo, 44 x 80 cm.

Tal vez la fortuna sea la responsable de que en ocasiones llueva en unos lugares y no lo haga en otros próximos. Quizás por ello en esta representación de la diosa Fortuna, a cargo del taller de Rubens, se representa a la diosa sujetando una vela de un navío y parece dirigir a su voluntad la lluvia y las olas, pisando una esfera como símbolo de la inestabilidad y volubilidad de la fortuna.

La Fortuna. Taller de Pedro Pablo Rubens.1636 – 1638. Óleo sobre lienzo, 182,3 x 100,5 cm.

Finalizamos esta primera parte con este esquemático dibujo a pluma de Mariano Fortuny, uno de los grandes pintores españoles del siglo XIX.

Lluvia. Mariano Fortuny y Marsal. Siglo XIX. Pluma sobre papel amarillento, 317 x 215 mm.

En la segunda parte de este capítulo dedicado a la precipitación continuaremos analizando las obras del Museo en las que aparece este hidrometeoro.

La meteorología en el Museo del Prado. VI. Precipitación. Segunda parte

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