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La meteorología en el Museo del Prado. II. Nubes singulares

Por Manuel Antonio Mora García. Meteorólogo del Estado. Delegación Territorial de AEMET en Castilla y León.

Logo conmemorativo del Museo del Prado.

Las nubes, formadas por minúsculas gotitas de agua, cristalitos de hielo o ambos, adquieren distintas tonalidades en función de su estructura microfísica y de la iluminación recibida, constituyendo un elemento natural del paisaje que forma parte de las composiciones pictóricas. Su coloración, ya sea blanquecina como en el caso de las nubes cumuliformes, grisácea o azulada en el caso de las nubes estratiformes o rosada o anaranjada en los amaneceres y atardeceres, es utilizada por los pintores para equilibrar el cromatismo e iluminar sus obras. En algunas ocasiones, su presencia está asociada a determinados cánones, iconografías o referencias de distinta índole según la escena representada, pero en otras, las nubes transmiten los sentimientos y estados de ánimo del autor.

En esta segunda entrega nos centraremos en las nubes singulares que aparecen en la pinacoteca del Museo del Prado, más adelante se analizarán las nubes desde un punto de vista más general.

La primera obra analizada se titula “El milagro de la nube” y su autor es Pedro de Berruguete. La formación de esta nube no se debe a las condiciones meteorológicas reinantes, según la leyenda, se trata de una obra divina.

Esta bella tabla de finales del siglo XV representa el milagro que tuvo lugar durante la disputa entre un obispo cátaro (secta herética que propugna la vida ascética) y el inquisidor San Pedro Mártir de Verona en la plaza mayor de Milán, en un día especialmente caluroso. El hereje reta a San Pedro, diciéndole que pida a Dios que interponga una nube entre ellos y el sol y así aminore el calor sofocante. San Pedro acepta el reto a condición de que el hereje abjure de su error, y de forma milagrosa, surge una nube del género Stratus.

 

Stratus undulatus. © Martin Gudd .WMO International Cloud Atlas y detalle de la nube

En esta otra tabla del siglo XV, “Santa Úrsula con las once mil vírgenes”, podemos observar sobre el horizonte otro tipo de nubes singulares.

Se representa a Santa Úrsula junto a las vírgenes, el papa, cardenales y obispos, dispuestos a emprender su camino a Roma. Esta leyenda surgió en el siglo XII, tras el hallazgo de restos humanos en Colonia. Santa Úrsula, de gran belleza, era princesa de Bretaña y pretendida por Conan, príncipe de Inglaterra. Como condición para acceder a casarse, su prometido debía ser bautizado y marchar con ella en peregrinación a Roma, acompañada por diez doncellas nobles, y mil sirvientas para cada una de ellas. El papa y otros clérigos, por revelación divina supieron que la santa sería martirizada y decidieron acompañarla en su viaje. En su regreso a Bretaña, la comitiva es asaltada por los hunos en Colonia, pereciendo todos.

Sobre el horizonte se observan nubes organizadas, probablemente del género Stratus y variedad fractus, incluso podrían considerarse como nubes originadas por la cizalladura vertical del viento en capas bajas, conocida como inestabilidad Kelvin-Helmholtz, dando lugar al rasgo suplementario fluctus, en este caso se denominarían Stratus fractus fluctus.

Stratocumulos fluctus. © June Grønseth. WMO International Cloud Atlas

Continuamos con una obra contemporánea (siglo XX) del pintor húngaro Adolf Fényes, víctima del Holocausto, en ella se observan nubes del género Stratocumulus que podrían considerarse con la característica suplementaria fluctus.

La nube del género Altocumulus y especie castellanus es un tipo de nube media precursora de tormentas, ya que sus protuberancias o almenas indican inestabilidad en niveles medios de la atmósfera. Su presencia a primeras horas de la mañana suele anunciar el desarrollo de cumulonimbos durante la tarde que pueden dar lugar a la formación de tormentas.

En esta obra del Maestro D. Álvaro de Luna, observamos a San Antonio de Padua, con el Niño en la mano derecha sobre una esfera y un donante arrodillado. Como elemento del paisaje destacan los Altocumulus castellanus.

 


Altocumulus castellanus. © Jim Galvin. WMO International Cloud Atlas y detalle del cuadro.

El Maestro de Becerril (primer cuarto del siglo XVI), representa al rey Salomón sentado en el trono, en el cielo aparece la parte inferior una nube cuyo aspecto recuerda las ubres, por lo que este rasgo suplementario se conoce como mamma. Pueden aparecer en nubes del género Cirrus, Cirrocumulus, Altocumulus, Altostratus, Stratocumulus y Cumulonimbus.

Salomón. Maestro de Becerril. Hacia 1525. Óleo sobre tabla, 90,8 x 87,7 cm.

 

Mamma en Altoestratos. Foto Rubén del Campo. Fuente: meteoglosario AEMET y detalle

Otros ejemplos de esta particularidad o rasgo suplementario se observan en estas obras de Vicente Juan Macip Comes y de Luis de Morales, cuyo tema es la crucifixión de Cristo. En ocasiones las grandes masas de Cumulonimbus, nubes muy densas y de gran desarrollo vertical, son capaces de ocultar totalmente el sol y reducir notablemente la luminosidad del día, de forma que parece que anoche prematuramente. En el Nuevo Testamento (Marcos 15:33) se hace referencia a un notable oscurecimiento, que aunque se atribuye a un eclipse solar bien podría haber sido provocado por una gran masa de cumulonimbos.

33. Y cuando vino la hora sexta,

hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.

 

Mamma en la base de un cumulonimbo. Foto Rubén del Campo. Meteoglosario AEMET y detalle del cuadro.

El tornado se define como una columna de aire que gira violentamente, que está en contacto con el suelo y cuelga de una nube cumuliforme (un cumulonimbo en general), y frecuentemente, pero no siempre, es visible como una nube en forma de embudo (meteoglosario visual AEMET). Los tornados llevan a asociados intensos vientos y efectos devastadores.

La siguiente obra analizada de Isenbrandt, maestro flamenco, nos muestra dos escenas en el mismo cuadro. El tema principal recoge el momento en que Cristo es bajado de la cruz para ser envuelto en el sudario, ocupando prácticamente todo el espacio del cuadro, en el cielo se observan nubes medias estratiformes, probablemente Altostratus. En la franja vertical del extremo derecho, transcurre la escena secundaria, el entierro de Cristo en el interior de la cueva de una gran roca. En la parte superior vemos dos nubes cumuliformes, la de la izquierda con un aspecto inclinado indica la presencia de cizalladura del viento. La otra nube cumuliforme, camuflada parcialmente por la vegetación, presenta en su parte inferior lo que podría ser una nube embudo. La vegetación también parece girar por el intenso viento asociado al tornado. Sin embargo, la observación se ve limitada por el follaje, así que podría ser simplemente el tronco de un árbol (las modernas técnicas de análisis de obras de arte basadas en rayos X, radiación infrarroja o ultravioleta (espectrografía) seguramente nos aporten información que permita confirmar o desechar esta hipótesis).

 

Tornado. © Matthew Clark. WMO International Cloud Atlas. Detalle del cuadro.

Otro tipo de nube singular es la denominada “nube rotor” (en inglés rotor cloud o roll cloud), que se forma a sotavento de las montañas en determinadas condiciones de flujo intenso y estabilidad (onda de montaña). Se caracteriza por las intensas corrientes ascendentes y descendentes debidas a la rotación del aire sobre un eje horizontal paralelo a la barrera montañosa, originando gran turbulencia, por lo que es muy peligrosa para la aviación. Generalmente son nubes del género Stratocumulus y variedad volutus.

Esa rotación de la nube se observa perfectamente en esta obra del siglo XV de Juan de la Abadía el Viejo, (tabla izquierda, escena superior e inferior), aunque la atención del espectador suele dirigirse a la escena central, donde aparecen varios demonios a modo de criaturas fantásticas asediando al santo.

 

Nube rotor. Autor: Rubén del Campo. Fuente twitter @Rub_dc. y detalle de la escena superior.

 

Stratocumulus volutus. © Frank Le Blancq. WMO International Cloud Atlas. Detalle de la escena inferior.

En la otra tabla que forma pareja, el autor nos sorprende con otras nubes singulares. En las escenas central e inferior aparecen nubes del género Cirrus y la especie floccus. La variedad floccus se refiere al aspecto de penacho

Cirrus floccus. © George Anderson. WMO International Cloud Atlas  y detalle de la escena inferior de la tabla.

En la tabla superior aparecen Altocumulus lenticularis duplicatus. La especie lenticularis, asociada a Altocumulus, Cirrocumulus y Stratocumulus, debe su nombre a la forma característica de almendra, lente o lenteja, y suele estar asociada a las crestas de las ondas en el caso de flujo de viento intenso ondulado (principalmente en zonas montañosas). La variedad duplicatus se refiere a la existencia de varios elementos soldados o no en la vertical.

Altocumulus lenticularis duplicatus. © Fabien Gillet. WMO International Cloud Atlas y detalle de la escena superior de la tabla.Escribir una leyenda

El maestro Juan de la Abadía el Viejo tenía su taller en Huesca, donde estas llamativas nubes orográficas se observan con frecuencia por su proximidad a los Pirineos.

Este tipo de nubes se observa también en esta obra del florentino Vicente Carducho, pintor del rey Felipe IV.

En esta obra de Abel Grimmer se observa una nube especial, recientemente reconocida en la última edición del Atlas Internacional de Nubes de la Organización Meteorológica Mundial. Se trata de nubes originadas por la actividad humana, en este caso por el humo de grandes chimeneas, dando lugar a la formación de una nube cumuliforme. En este caso se denominaría Cumulus homogenitus.

El Maestro de Astorga representa en esta obra a Cristo en la cruz muerto, sangrando profusamente, a su lado están las tres Marías y San Juan, cuyas lágrimas salen a borbotones, completando la escena aparece un soldado con armadura y lanza

Crucifixión. Maestro de Astorga. Primera mitad del siglo XVI. Óleo sobre tabla, 133 x 100 cm.

Las nubes aparentemente son Cumulonimbus, por su tonalidad oscura, pero no se aprecia su dimensión vertical, así que teniendo en cuenta su textura también podrían ser Stratocumulus. Pero lo más llamativo es que el artista las ha compuesto de forma que el larguero transversal de la cruz queda sobre fondo de cielo despejado, casi como si se hiciera el vacío a su alrededor. El nuevo atlas de nubes de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) contempla un rasgo suplementario de nubes cirros y altocúmulos, raras veces estratocúmulos, denominado “cavum”, que consiste en un agujero circular en una fina capa de nubes de gotitas de agua superenfriada.

La siguiente obra analizada corresponde a Paolo Veronés, llamando la atención la presencia de una nube estratiforme negra, en contraste con el resto de nubes blanquecinas entre las que se aprecia el cielo azul. Quizás esta nube esté relacionada con el tema del cuadro, la elección entre el Vicio y la Virtud, ya que el joven parece alejarse del Vicio de mano de la Virtud, huyendo del simbolismo agorero de la “nube negra”. Desde el punto de vista físico, este tipo de nubes negras pueden producirse por incendios de determinados materiales o como resultado de erupciones volcánicas, donde se arrojan cenizas a la atmósfera. Hay que señalar que, en realidad, no se trata de nubes en sentido estricto, ya que las partículas que las componen son mayoritariamente sólidas (fruto de la combustión o la erupción volcánica) y no acuosas, por lo que se trataría de humo, que la Organización Meteorológica Mundial cataloga como litometeoro. Las nubes se consideran hidrometeoros.

Finalizamos este capítulo de las nubes singulares analizando esta obra del salmantino Antonio Carnicero, nombrado pintor de cámara por Carlos IV, que representa el vuelo de un globo aerostático tipo Montgolfier en Aranjuez.

 

El infante Don Gabriel, hijo de Carlos III, mecenas y gran aficionado a la aerostación, trató de emular la hazaña del vuelo del primer globo aerostático tripulado por Pilâtre de Rozier y el marqués de Arlandes, que tuvo lugar el 21 de noviembre de 1783 desde el castillo de la Muette (Francia) en presencia del rey Luis XV y su corte. Para ello contactó con el francés Charles Bouché (según otros autores Bouch o Bouche, incluso Jean Bouclé), personaje singular que anteriormente intentó organizar sin éxito un espectáculo similar en Valencia. Bouché supervisó la construcción del globo, a cargo de carpinteros españoles. Se utilizó madera, plomo, estaño y tafetán azul. En mayo de 1784 se realizó un exitoso ensayo ante la Princesa de Asturias y la corte, volando Bouché en compañía de un contramaestre español. El globo se elevó hasta los 600 pies, aunque amarrado a tierra por cuerdas.

El 5 de junio de 1784 tuvo lugar el gran vuelo tripulado en el palacio de Aranjuez, ante una multitud y la corte real. Se cortaron las amarras y tras elevarse el globo, desapareció rápidamente. Parece ser que el hornillo donde se quemaba la lana y paja que calentaba el aire necesario para la ascensión, incendió la estructura de papel del globo.  Tras chocar contra unos álamos próximos al campo de vuelo, Bouché se lanzó al vacío fracturándose una pierna. En compensación recibió una pensión vitalicia de 20 reales diarios y 6000 reales para el viaje de vuelta a Francia. El Infante D. Gabriel también tuvo que indemnizar a los dueños de los campos que quedaron quemados por la destrucción del globo incendiado.

 

Sobre esta obra de Antonio Carnicero, realizada por encargo del infante D. Gabriel, no existe unanimidad en cuanto a lo realmente representado. La versión más extendida apunta a que reproduce el mencionado vuelo en globo realizado por el francés Charles Bouclé. Sin embargo, hay varias cosas que llaman la atención, la primera es que no existiera reflejo en prensa, cuando en aquella época se daba noticia de todo tipo de sucesos relevantes como este (probablemente no se quería publicitar el accidentado vuelo y en cierto modo asumir el fracaso). La segunda es que el modelo representado coincide casi de forma exacta (azul y dorado con soles y signos del zodiaco en la parte superior) con las reproducciones y completas descripciones de los primeros vuelos de los globos Montgolfier en Francia. Estas imágenes tuvieron una rápida difusión, ya que a los pocos meses se podían adquirir en las librerías españolas. Pudiera ser que Carnicero se inspirara en estas imágenes y pintara un bello globo Montgolfier en sustitución del fabricado por Bouché, que algunos testigos calificaron de “espantoso”. En tercer lugar se aprecian vivas llamas en la parte inferior, algo totalmente incompatible con el vuelo, ya que el aire del interior del globo se calentaba previamente al reposar el globo sobre una abertura circular practicada sobre un estrado poligonal, que albergaba un gran horno donde se quemaba el combustible para calentar el aire. Una vez en vuelo, el hornillo para generar aire caliente adicional se encontraba en el interior del globo (no visible desde el exterior). Y por último, en la barandilla circular se aprecian dos tripulantes, el de la derecha saluda con un sombrero en la mano, mientras que a la izquierda se observan otra persona, saludando con una bandera en la mano. Incluso parece que a su lado aparece un tercer tripulante, apoyado en la barandilla, algo que no concuerda con el testimonio de los testigos del vuelo en solitario de Bouché. Por todo ello, parece posible que Carnicero interpretara libremente el acontecimiento, de la manera más efectista.

Curiosamente existe otra representación de un globo aerostático del mismo autor en el museo de Bellas Artes de Bilbao, que se considera un boceto previo, aunque en realidad el globo es diferente y parece que la ubicación del campo de vuelo también.

Desde el punto de vista meteorológico, el vuelo seguro en globos aerostáticos exige condiciones de vientos muy flojos en los despegues y aterrizajes, no debiendo superar los 15 ó 20 km/h. En el cuadro de Carnicero vemos que el campo de vuelo está protegido por una barrera de árboles muy altos, como corresponde a los jardines de Aranjuez, y no se observa en los espectadores señales de la presencia de viento. Sin embargo, al elevarnos sobre el suelo, las dos banderolas de los mástiles ondulan debido al viento, por lo que según la escala Beaufort de viento, basada en hechos observables se traduce en viento flojo o brisa ligera (se agitan las hojas, ondulan las banderas), es decir, entre 12 y 19 km/h. Las grandes banderolas del globo se agitan aún con más intensidad, por lo que se deduce que el viento continúa aumentando con la altura, además, las nubes representadas, cirrus spissatus, están asociadas a vientos intensos en niveles altos, organizándose en bandas perpendiculares a la corriente en chorro. El atlas internacional de nubes de la OMM muestra un ejemplo de estas nubes (precisamente también del mes de junio), junto a un sondeo representativo del lugar donde se tomó la fotografía (una isla del canal de la Mancha), mostrando el fuerte flujo del WNW tras el paso de un frente frío débil.

En estas fotografías del transbordador espacial Shuttle de la NASA se observan los Cirrus transversales asociados a la corriente en chorro.

 

https://www.lpi.usra.edu/publications/slidesets/clouds/slide_2.html

https://www.lpi.usra.edu/publications/slidesets/clouds/slide_12.html

Curiosamente el diario meteorológico del mes de junio de 1784 en Madrid, muestra que el día previo al vuelo (el día 4) hubo tormentas; “nublado; por la tarde truenos, alguna lluvia” y al día siguiente “sol y nubes”. Por tanto es posible que tras el paso del frente frío, al día siguiente, la situación postfrontal diera lugar a vientos en altura que afectaron al vuelo.

Memorial literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid correspondiente a junio de 1784. Fuente: Biblioteca Nacional de España.

Así pues, el accidentado vuelo de Bouclé podría haber sido causado por la cizalladura vertical del viento. El globo ascendió inicialmente en un ambiente de vientos flojos en superficie, aminorado incluso por el apantallamiento ejercido por los árboles, pero al elevarse encontró vientos de mayor intensidad, de forma que la cizalladura vertical del viento inclinó el globo y la precaria estufilla prendió accidentalmente el globo.

Agradecimientos: A Rubén del Campo Hernández, por la revisión de los textos y asesoramiento específico.

 Nota:Los pies de las imágenes contienen hipervínculos a los cuadros de la colección del Museo del Prado, se recomienda su acceso para poder apreciar la obra en toda su dimensión y visualizar todos los detalles.

 Referencias y bibliografía:

La mayoría de las obras referenciadas de la colección del museo del Prado aparecen profusamente comentadas, incluyendo bibliografía y datos técnicos sobre la obra y el autor. Esta información se ha aprovechado parcialmente para realizar los comentarios específicos. https://www.museodelprado.es/coleccion/.

El gran libro de la mitologia griega. Robin Hard. Ed. 2009. La esfera de los libros S.L.

«Santa Úrsula y las once mil vírgenes». Diana Lucía Gómez-Chacón.   (2018): Base de datos digital de Iconografía Medieval. Universidad Complutense de Madrid. En línea: http://www.ucm.es/bdiconografiamedieval/santa-ursula

 “Ciencia, arte e ilusión en la España ilustrada”. Jesusa Vega González.2010. CSIC.

“Técnica e ingeniería en España. El Ochocientos. De las profundidades a las alturas”. Manuel Silva Suárez, ed. Publicación número 3.271 de la Institución «Fernando el Católico» (Excma. Diputación de Zaragoza)

“Los Retratos del Infante don Gabriel”. Antonio Pau Pedron. Publisher, RAMHG, 2006.

La imagen artístico-científica en el Madrid de la segunda mitad del siglo XVIII. Rita Borderías Tejada. Tesis Doctoral. Universidad Complutense de Madrid. Facultad geografía e historia. 2016

MeteoGlosario Visual AEMET. https://meteoglosario.aemet.es/

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