Eunice Foote: la mujer que descubrió el efecto invernadero

Día internacional de la mujer trabajadora

El Día Internacional de la Mujer es un buen momento para reflexionar acerca de los avances logrados, pedir más cambios y celebrar la valentía y la determinación de mujeres de a pie que han jugado un papel clave en la historia de sus países y comunidades. Os proponemos que conozcáis a Eunice Foote.

CONOCE A EUNICE FOOTE: LA MUJER QUE IDENTIFICÓ POR PRIMERA VEZ EL EFECTO INVERNADERO

¿Qué es el efecto invernadero?

Los estudios sobre el efecto invernadero y su impacto potencial en el clima del planeta comenzaron a tener repercusión política y social a partir de mediados del siglo XX, cuando quedó patente su relación causa-efecto. En las últimas décadas, el incremento en la concentración del CO2 atmosférico de origen antrópico ha puesto sobre aviso a la comunidad científica. El funcionamiento de este mecanismo se basa en la presencia de ciertos gases en la atmósfera –como el CO2, el vapor de agua, el metano y otros gases similares– que absorben la radiación de onda larga que emite la superficie de la Tierra, y aumentan significativamente la temperatura de la atmósfera. Es decir, “guardan” parte del calor reemitido por la Tierra cuando a su vez es calentada por el sol. El efecto invernadero en una proporción equilibrada es incluso beneficioso, ya que permite una cierta estabilidad térmica. Si no hubiese vapor de agua o CO2 toda la radiación emitida por la Tierra se perdería en el espacio, y las diferencias de temperatura entre el día y la noche, y entre estaciones, serían mucho más acusadas.

¿Quién descubrió el efecto invernadero?

A pesar de que es al físico John Tyndall al que se le atribuye históricamente el descubrimiento del llamado “efecto invernadero” –un concepto revolucionario que marcaría la nueva dirección de las ciencias del clima a partir del siglo XIX–, lo cierto es que una mujer ya había hablado de las propiedades del dióxido de carbono en la atmósfera tres años antes: Eunice Foote, quien sorprendió en el Décimo Encuentro Anual de la AAAS (Asociación Americana para los Avances de la Ciencia) con una idea totalmente innovadora. Foote comprobó por primera vez de forma empírica que la presencia de ciertos gases carbónicos generaba un calentamiento adicional del aire cuando los exponía al sol. Empleó tres campanas de vidrio llenas de vapor de agua, dióxido de carbono y aire, respectivamente, y comparó cuánto se calentaba su interior al recibir radiación solar.

“El mayor efecto de los rayos solares se da en el gas carbónico”, escribió Foote, empleando el término contemporáneo para el CO2. “El receptor que contenía el gas se calentó mucho, significativamente más que los otros, y una vez eliminado el gas carbónico el enfriamiento fue importante». Además, especuló sobre el impacto que la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera podría causar sobre las temperaturas globales, ofreciendo información cuantitativa sencilla. Este ensayo, titulado “Circunstancias que afectan a los rayos del sol”, solo obtuvo una mención en la revista Scientific American, donde los editores elogiaron que apoyase sus opiniones con experimentos prácticos. Más allá de eso, su artículo pasó desapercibido, y ni siquiera se incluyó en el tomo de recopilación de artículos de la AAAS ese año. La única copia del artículo de Foote se encuentra en la American Journal of Science and Arts, una publicación externa a la AAAS.

Tres años después de la lectura del artículo en la Asociación (por un profesor de la Smithsonian Institution, ya que ella no pudo presentar su propio artículo), el famoso físico irlandés John Tyndall publicó resultados similares que demostraban el efecto invernadero de ciertos gases, incluido el ácido carbónico. A día de hoy, el trabajo de Tyndall es aceptado como el fundamento de la ciencia climática moderna, mientras que el nombre de Eunice Foote coge polvo en un cajón. Tyndall introdujo este primer trabajo –que no proveyó resultados cuantitativos– de la siguiente manera: “No sabemos nada acerca del efecto incluso del aire en el calor irradiado por fuentes terrestres. Y respecto a otros gases, no poseemos, hasta donde sé, ni un solo experimento”.

Aunque el trabajo de Foote no reemplaza al de Tyndall (en conjunto más exhaustivo y elaborado que el primero), sí que demuestra que uno de los primeros pasos hacia el entendimiento del clima y su funcionamiento fue tomado por una mujer. Ese primer paso ha sido hasta hace poco ignorado por la historia, y rescatado por un investigador independiente llamado Raymond Sorenson que publicó su descubrimiento en 2011, dando a conocer el nombre de Eunice Foote.

Además, Eunice Foote y su marido participaron activamente en numerosos movimientos a favor de la igualdad de la mujer en el siglo XIX.

UN HECHO HISTÓRICO, CLAVE EN LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER, EN EL QUE PARTICIPARON EUNICE FOOTE Y SU MARIDO ELISHA FOOTE

La Convención de Seneca Falls fue la primera convención sobre los derechos de la mujer en Estados Unidos, realizada del 19 de julio al 20 de julio de 1848 en Seneca Falls (Nueva York). Fue organizada por Lucretia Mott y Elizabeth Cady Stanton. El resultado fue la publicación de la Declaración de Seneca Falls (o Declaración de Sentimientos, como ellas la llamaron), un documento basado en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos en el que denunciaban las restricciones, sobre todo políticas, a las que estaban sometidas las mujeres: no poder votar, ni presentarse a elecciones, ni ocupar cargos públicos, ni afiliarse a organizaciones políticas, ni asistir a reuniones políticas.

Trescientas personas estuvieron presentes en esta convención. De ellas 100 personas, 68 mujeres y 32 hombres, firmaron esta declaración de sentimientos. Entre ellos se encuentran las firmas de EUNICE (NEWTON) FOOTE y de su marido ELISHA FOOTE.

Muchos de los que estuvieron presentes jugaron después un papel muy importante en el movimiento a favor de los derechos de la mujer y en otros movimientos relacionados con este tema.

El texto es considerado el texto fundacional del movimiento feminista: (SE TRADUCE A CONTINUACIÓN)

“Declaración de Sentimientos”

Cuando en el curso de los acontecimientos humanos es necesario que una parte de la humanidad asuma una posición diferente de la que la humanidad ha tenido hasta ahora, pero a la que las leyes de la naturaleza y de la naturaleza de Dios les da derecho, un respeto a las opiniones de la humanidad requiere que los firmantes de este manifiesto declaren las causas que los impulsan a darle curso.

Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas:

Que todos los hombres y mujeres son creados iguales; que han sido dotados por el creador de ciertos derechos inalienables; que entre ellos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para asegurar estos derechos se instituyen los gobiernos, derivando sus justos poderes del consentimiento de los gobernados. Cada vez que cualquier forma de gobierno se convierte en destructiva de estos fines, es de derecho que los que sufren por ello dejen de ser leales e insistan en la institución de un nuevo gobierno, sentando sus bases en tales principios y organizando sus poderes en tal forma, que haga más probable su seguridad y felicidad.

La prudencia, en efecto, dictará que los gobiernos establecidos desde hace tiempo no deben ser cambiados por causas leves y transitorias; y, por consiguiente, toda la experiencia ha mostrado que la humanidad está más dispuesta a sufrir, mientras que los males son sufribles, que a enderezarse aboliendo las formas a las que estaban acostumbrados. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, persiguiendo invariablemente el mismo objeto, muestra un diseño para reducirlos bajo el despotismo absoluto, es deber del ser humano desechar ese gobierno y proporcionar nuevos protectores para su seguridad futura. Tal ha sido el sufrimiento paciente de las mujeres bajo este gobierno, y tal es ahora la necesidad que les obliga a exigir la igualdad de posición a la que tienen derecho.

La historia de la humanidad es una historia de repetidas lesiones y usurpaciones por parte del hombre hacia la mujer, teniendo como objetivo directo el establecimiento de una absoluta tiranía sobre ella. Para demostrarlo, dejemos que los hechos se sometan a un mundo honesto.

El hombre nunca ha permitido a la mujer ejercer su derecho inalienable al voto.

Él la obligó a someterse a leyes, en cuya formación no tenía voz.

Él ha quitado sus derechos, derechos que se dan a los hombres más ignorantes y degradados, tanto los nativos como los extranjeros.

Al privarla de este primer derecho como ciudadana, del derecho a votar, dejándola así sin representación en los foros de legislación, la ha oprimido por todos lados.

Él ha hecho que ante la ley, si la mujer está casada, esté civilmente muerta.

Le ha arrebatado todo derecho de propiedad, hasta del salario que gana.

La ha hecho moralmente, un ser irresponsable, ya que puede cometer muchos crímenes con impunidad, siempre que lo hagan en presencia de su marido. En el pacto del matrimonio, se ve obligada a prometer obediencia a su marido, quien se convierte, a todos los efectos, en su amo, ya que la ley le da el poder de privarla de su libertad y administrarle castigo.

Ha enmendado así las leyes del divorcio, en cuanto a cuáles serán las causas apropiadas del divorcio y, en caso de separación, a quien se dará la tutela de los hijos, sin tener en cuenta en absoluto la felicidad de las mujeres – la ley, en todos los casos, se basa en una suposición falsa de la supremacía del hombre, y deja todo el poder en sus manos.

Después de privarla de todos los derechos como mujer casada, si es soltera y con propiedades, ha de pagar más impuestos para apoyar a un gobierno que sólo la reconoce cuando su propiedad puede ser rentable.

Ha monopolizado casi todos los empleos rentables, y los por aquellos que tiene permitido desempeñar, recibe una escasa remuneración.

Él cierra contra ella todas las oportunidades a la abundancia y distinción, que él considera más honorable para sí mismo. Como maestra de teología, medicina o ley, no se la reconoce.

Él le ha negado las facilidades para obtener una educación completa – todas las universidades están cerradas para ella.

Él le permite ser parte de la Iglesia, pero con una posición subordinada, reclamando la autoridad apostólica para sí y la exclusión del ministerio para ella, y con algunas excepciones, de cualquier participación pública en los asuntos de la Iglesia.

Él ha creado un sentimiento público falso al dar al mundo un código de moral diferente para hombres y mujeres, por el cual los comportamientos inmorales que excluyen a las mujeres de la sociedad, no sólo son tolerados, sino considerados de poca importancia cuando los comete el hombre.

Él ha usurpado la prerrogativa del mismo Jehová, afirmando que es su derecho asignarle una esfera de acción, cuando ésta pertenece a su conciencia y a su Dios.

Él se ha esforzado, de todas las maneras posibles para destruir su confianza en sus propios poderes, para disminuir su respeto a sí misma y para hacer que esté dispuesta a llevar una vida dependiente y abyecta.

Ahora, en vista de toda esta privación de derechos a la mitad del pueblo de este país, su degradación social y religiosa, en vista de lo injusto de las leyes arriba mencionadas y porque las mujeres se sienten agraviadas, oprimidas y fraudulentamente privadas de sus derechos más sagrados, insistimos en que tienen que tener acceso inmediato a todos los derechos y privilegios que les pertenecen como ciudadanas de estos Estados Unidos.

Ante la gran labor que tenemos por delante, anticipamos que no admitiremos falacias o burlas y que usaremos todo lo que esté en nuestro poder para llevar a cabo nuestro objetivo. Emplearemos representantes, haremos circular folletos, se lo pediremos al Estado y las Legislaturas nacionales, y nos esforzaremos por conseguir que el púlpito y la prensa hablen en nuestro nombre. Esperamos que esta Convención sea seguida por una serie de convenciones que abarquen a todas las partes del país. Confiando firmemente en el triunfo final de lo Justo y lo Verdadero, hoy en día ponemos nuestras firmas a esta declaración.

Mujeres científicas en la universidad. Día internacional de la mujer trabajadora

No hace falta decir que el siglo XIX no fue una época fácil para la mujer trabajadora y científicamente curiosa. Al igual que muchas mujeres científicas olvidadas por la historia, la experiencia de Foote destaca las formas sutiles (o no tan sutiles) de discriminación que han mantenido a las mujeres al margen de la ciencia durante tantos años. ¡Desde AEMET dedicamos esta publicación a Foote y a todas las mujeres trabajadoras de ayer y hoy!

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