Este artículo escrito por José Miguel Viñas resume algunas de las líneas de investigación que desde hace seis años lleva a cabo de forma autodidacta. En el siguiente enlace podrás leer un pequeño repaso de la gran pinacoteca meteorológica que ha analizado: http://www.divulgameteo.es/uploads/Meteorolog%C3%ADa-Pintura-CM2013.pdf
Las oscilaciones climáticas ocurridas a lo largo de la historia de la humanidad, así como las características que tuvieron algunos periodos singulares desde el punto de vista climático, pueden conocerse a través de la Pintura. Y es que, las obras pictóricas son un fiel reflejo de nuestra historia y el cambio climático.
Uno de los cuadros que mejor refleja esta íntima relación es “El caminante sobre el mar de nubes”, de Caspar David Friedrich (1794-1840), máximo exponente de la pintura romántica alemana. En esta obra, las nubes dominan la mayor parte de la escena. Entre las distintas interpretaciones que se han hecho sobre el simbolismo de la obra, lo más probable es que el hombre, ejerciendo su dominio sobre la montaña, represente la vida terrenal, frente a la eternidad, que estaría simbolizada por el mar de nubes. La obra de Friederich invita al observador a la reflexión y al disfrute de los cielos.
Volviendo al origen, en las pinturas rupestres vemos como estas dan ciertas pistas sobre el clima que les tocó vivir a nuestros ancestros y los cambios climáticos impulsores de las grandes migraciones. En una de estas pinturas, dibujada hacia el 100000 a.C en las cuevas de KwaZulu Natal, en Sudáfrica, aparece representada una danza de la lluvia dirigida por el chamán de ceremonias, en la que varias siluetas humanas aparecen rodeando a un gran bóvido, símbolo de la fertilidad y que se asocia con la lluvia.
La presencia de animales como bisontes y plantas en las pinturas son buenos indicadores climáticos. Por ejemplo, en las pinturas de Altamira al norte de la península Ibérica hace unos 15000 años, apuntan a la existencia por aquellos años de un clima mucho más frío que el actual. Las pinturas rupestres también fueron testigos del cambio climático acontecido en el Sáhara del Período Húmedo Africano – iniciado alrededor del 10000 a.C.- al gran Árido que aconteció hacia el 4000 a.C.
Algunas de las obras que representan episodios meteorológicos son “Vista de Zaragoza” de Juan Bautista Martínez del Mazo (1611-1667) donde se ve el famoso Puente de Piedra derruido en su parte central por el río Ebro o “La nevada” de Francisco de Goya (1746-1828) que forma parte de una serie de cuadros que Goya dedicó a las estaciones del año. Otro buen ejemplo de escena invernal es el cuadro “Doña Juana la Loca” de Francisco Pradilla y Ortiz (1848-1921). El invierno de 1506-07 fue especialmente duro por tierras castellanas y en este cuadro se refleja fielmente las inclemencias meteorológicas, concretamente el azote del viento. La escena narra el fallecimiento de Felipe el Hermoso en el traslado desde Torquemada hasta Hornillos acompañado en todo momento por su viuda.
Otro cuadro que nos muestra un episodio meteorológico es “La barca durante la inundación Port-Marly” del pintor impresionista francés Alfred Sisley (1839-1899) quien fue testigo en marzo de 1876 del desbordamiento del río Sena en Port-Marly, localidad cercana a París. La crecida del río trasformó el paisaje local, anegando las calles de este pequeño pueblo y alterando la vida de sus ciudadanos. Sisley y su serie de cuadros de Port-Marly, nos ofrece una detallada crónica de los acontecimientos desde la inundación inicial hasta la retirada de las aguas.
El famoso cuadro “El grito” (1893) de Edward Munch muestra el efecto que tuvo la erupción del Krakatoa en los cielos del norte de Europa. En 2004 un equipo de científicos de la Universidad de Texas relacionó los cielos encendidos de “El grito” con la erupción del volcán que lanzó a la atmósfera una gran cantidad de materiales volcánicos y que provocó espectaculares puestas de sol durante varios meses.
Goya y Velázquez también cuentan con su espacio en este artículo. En el caso de Goya, se observa el uso que hace de las nubes en obras como “La cometa” y la mayoría de los cartones que le encargó la Real Fábrica de Tapices. Por otro lado, Velázquez y su uso de los cielos dieron origen a la expresión “cielos velazqueños” y que se caracteriza por unos cielos enmarañados en los que se mezclan distintos géneros nubosos como los cirroestratos y altoestratos y que podemos verlos por ejemplo en su obra “El príncipe Baltasar Carlos, cazador”.